Reseñas
Análisis Latino
La Historia Íntima de los Derechos Humanos en la Argentina (A Pablo), de Graciela Fernández Meijide (Sudamericana)
Este libro, escrito por una honesta y valiente defensora de los Derechos Humanos, es una obra fundamental para conocer más sobre la verdad, valorar el coraje con el cual unos pocos enfrentaron esos momentos de terror y la epopeya que significó con el retorno de la democracia el juzgar a los responsables del terrorismo de estado.Por Gabriel C. Salvia
Durante la noche del 23 de octubre de 1976 un grupo de tareas de la dictadura militar argentina realizó un operativo en el domicilio de la familia Fernández Meijide, quienes, sin ofrecer resistencia frente a varias personas armadas, vieron como se llevaban a Pablo, uno de los hijos de Enrique y Graciela, arquitecto y docente, respectivamente.
Esta familia, de clase media, residente en el barrio porteño de Belgrano, no pudo obtener noticias de su hijo y ello llevó a Graciela Fernández Meijide a acercarse a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), una ONG creada en 1975 e integrada por partidarios de métodos no violentos de expresión política.
Así comenzó la militancia de Graciela en uno de los organismos de Derechos Humanos que durante la última dictadura recibió denuncias sobre desapariciones de personas y alertó respecto a las violaciones a las libertades fundamentales cometidas por el denominado Proceso de Reorganización Nacional que gobernó la Argentina del 24 de marzo de 1976 al 9 de diciembre de 1983.
En su libro La Historia Íntima de los Derechos Humanos en la Argentina, Graciela Fernández Meijide asume la despedida de su hijo Pablo, ofreciendo un conmovedor relato que cobra mayor valor por la solitaria y valiente tarea de quienes protagonizaron el reclamo frente a los atropellos perpetrados durante la dictadura.
El libro muestra el doble sufrimiento que durante los años de plomo padecieron los familiares de las víctimas: les quitaron a sus seres queridos de la manera más arbitraria e ilegal y además tuvieron que enfrentar esa situación en soledad, en un contexto social en el cual reinaba la indiferencia, debido al “no te metas”, y el prejuicio del “algo habrán hecho”, respecto a los desaparecidos. Inclusive hubo momentos que, frente a su situación, para los familiares de las víctimas de la dictadura deben haber sido especialmente desconsoladores, como el contraste con la algarabía generalizada durante el mundial de fútbol realizado en la Argentina en junio de 1978, en el cual se consagró campeón el seleccionado nacional y, luego, con la invasión militar a las Islas Malvinas que contó con un mayoritario apoyo político y popular.
Por eso es muy ilustrativo que en el libro se vayan citando a los protagonistas de la lucha por los Derechos Humanos durante la última dictadura militar, con sus respectivas referencias personales en notas al pie de página, incluyendo los debates internos en los cuales debían alcanzar consensos. Es que el papel de los organismos fue fundamental para denunciar a los militares tanto dentro como fuera del país. Como expresó el jurista Ricardo Gil Lavedra durante la presentación del libro, “la dictadura fue socavada por grupos de familiares y organismos de derechos humanos”, los cuales “no tenían más armas que su dolor”. A esto se suma un dato muy destacable que mencionó Fernández Meijide, reconociendo a “los que ayudaron sin tener gente cercana desaparecida”.
En la actualidad, los crímenes cometidos por la dictadura militar reciben un repudio muy generalizado de la sociedad, lo cual representa un gran logro de los organismos de Derechos Humanos y en especial del informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas. Fernández Meijide se desempeñó como Secretaria de la CONADEP, organismo creado por decreto del presidente Raúl Alfonsín y que tuvo a su cargo la elaboración del informe titulado Nunca Más en el que se basó el fiscal Julio César Strassera para solicitar las condenas en el juicio a las Juntas Militares. El libro también incluye, ya en el retorno a la democracia, la tarea del organismo en la búsqueda de la verdad.
En esta historia íntima de los organismos de Derechos Humanos se pueden apreciar ciertas diferencias entre los mismos, las cuales en la actualidad se han profundizado por la utilización política de la Memoria que hace el kirchnerismo.
Una de las diferencias entre los referentes de los Derechos Humanos apareció precisamente con la publicación de este libro, el cual menciona al número total de desaparecidos registrados en forma oficial. Se trata de dos páginas entre las trescientas veinticinco del libro, en donde la autora propone que “En homenaje a la verdad, y sobre todo por respeto a las víctimas, resultaría deseable que se hiciera un esfuerzo para lograr una lista sujeta a la realidad de toda la información seria que hoy existe. Así se evitaría cualquier sospecha de la intención de utilizar el número de víctimas como herramienta de controversia política”. Luego enumera las cifras de personas desaparecidas en países limítrofes, como Brasil, Uruguay y Chile, significativamente menores de los casos registrados en la Argentina, lo cual evidencia la dimensión que aquí tuvo la represión de los militares.
En todo caso, el poner en duda la cifra aparentemente inflada de treinta mil desaparecidos que utilizan los organismos de Derechos Humanos más politizados, no implica disminuir el nivel de represión que hubo. Es que durante la dictadura militar argentina, además de la gran cantidad de víctimas, hay que agregar la “perversión del método elegido para reprimir”, como destaca Graciela, y el especial y siniestro objetivo de eliminar a los jóvenes. Ese fue el caso de Pablo, quien como muchos más, no tenía pertenencia a organizaciones guerrilleras, se encontraba en plena etapa de exploración de ideas y terminó desaparecido fruto de la arbitrariedad y el salvajismo de los grupos de tareas.
En definitiva, este libro, escrito por una honesta y valiente defensora de los Derechos Humanos, es una obra fundamental para conocer más sobre la verdad, valorar el coraje con el cual unos pocos enfrentaron esos momentos de terror y la epopeya que significó con el retorno de la democracia el juzgar a los responsables del terrorismo de estado.
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
Durante la noche del 23 de octubre de 1976 un grupo de tareas de la dictadura militar argentina realizó un operativo en el domicilio de la familia Fernández Meijide, quienes, sin ofrecer resistencia frente a varias personas armadas, vieron como se llevaban a Pablo, uno de los hijos de Enrique y Graciela, arquitecto y docente, respectivamente.
Esta familia, de clase media, residente en el barrio porteño de Belgrano, no pudo obtener noticias de su hijo y ello llevó a Graciela Fernández Meijide a acercarse a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), una ONG creada en 1975 e integrada por partidarios de métodos no violentos de expresión política.
Así comenzó la militancia de Graciela en uno de los organismos de Derechos Humanos que durante la última dictadura recibió denuncias sobre desapariciones de personas y alertó respecto a las violaciones a las libertades fundamentales cometidas por el denominado Proceso de Reorganización Nacional que gobernó la Argentina del 24 de marzo de 1976 al 9 de diciembre de 1983.
En su libro La Historia Íntima de los Derechos Humanos en la Argentina, Graciela Fernández Meijide asume la despedida de su hijo Pablo, ofreciendo un conmovedor relato que cobra mayor valor por la solitaria y valiente tarea de quienes protagonizaron el reclamo frente a los atropellos perpetrados durante la dictadura.
El libro muestra el doble sufrimiento que durante los años de plomo padecieron los familiares de las víctimas: les quitaron a sus seres queridos de la manera más arbitraria e ilegal y además tuvieron que enfrentar esa situación en soledad, en un contexto social en el cual reinaba la indiferencia, debido al “no te metas”, y el prejuicio del “algo habrán hecho”, respecto a los desaparecidos. Inclusive hubo momentos que, frente a su situación, para los familiares de las víctimas de la dictadura deben haber sido especialmente desconsoladores, como el contraste con la algarabía generalizada durante el mundial de fútbol realizado en la Argentina en junio de 1978, en el cual se consagró campeón el seleccionado nacional y, luego, con la invasión militar a las Islas Malvinas que contó con un mayoritario apoyo político y popular.
Por eso es muy ilustrativo que en el libro se vayan citando a los protagonistas de la lucha por los Derechos Humanos durante la última dictadura militar, con sus respectivas referencias personales en notas al pie de página, incluyendo los debates internos en los cuales debían alcanzar consensos. Es que el papel de los organismos fue fundamental para denunciar a los militares tanto dentro como fuera del país. Como expresó el jurista Ricardo Gil Lavedra durante la presentación del libro, “la dictadura fue socavada por grupos de familiares y organismos de derechos humanos”, los cuales “no tenían más armas que su dolor”. A esto se suma un dato muy destacable que mencionó Fernández Meijide, reconociendo a “los que ayudaron sin tener gente cercana desaparecida”.
En la actualidad, los crímenes cometidos por la dictadura militar reciben un repudio muy generalizado de la sociedad, lo cual representa un gran logro de los organismos de Derechos Humanos y en especial del informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas. Fernández Meijide se desempeñó como Secretaria de la CONADEP, organismo creado por decreto del presidente Raúl Alfonsín y que tuvo a su cargo la elaboración del informe titulado Nunca Más en el que se basó el fiscal Julio César Strassera para solicitar las condenas en el juicio a las Juntas Militares. El libro también incluye, ya en el retorno a la democracia, la tarea del organismo en la búsqueda de la verdad.
En esta historia íntima de los organismos de Derechos Humanos se pueden apreciar ciertas diferencias entre los mismos, las cuales en la actualidad se han profundizado por la utilización política de la Memoria que hace el kirchnerismo.
Una de las diferencias entre los referentes de los Derechos Humanos apareció precisamente con la publicación de este libro, el cual menciona al número total de desaparecidos registrados en forma oficial. Se trata de dos páginas entre las trescientas veinticinco del libro, en donde la autora propone que “En homenaje a la verdad, y sobre todo por respeto a las víctimas, resultaría deseable que se hiciera un esfuerzo para lograr una lista sujeta a la realidad de toda la información seria que hoy existe. Así se evitaría cualquier sospecha de la intención de utilizar el número de víctimas como herramienta de controversia política”. Luego enumera las cifras de personas desaparecidas en países limítrofes, como Brasil, Uruguay y Chile, significativamente menores de los casos registrados en la Argentina, lo cual evidencia la dimensión que aquí tuvo la represión de los militares.
En todo caso, el poner en duda la cifra aparentemente inflada de treinta mil desaparecidos que utilizan los organismos de Derechos Humanos más politizados, no implica disminuir el nivel de represión que hubo. Es que durante la dictadura militar argentina, además de la gran cantidad de víctimas, hay que agregar la “perversión del método elegido para reprimir”, como destaca Graciela, y el especial y siniestro objetivo de eliminar a los jóvenes. Ese fue el caso de Pablo, quien como muchos más, no tenía pertenencia a organizaciones guerrilleras, se encontraba en plena etapa de exploración de ideas y terminó desaparecido fruto de la arbitrariedad y el salvajismo de los grupos de tareas.
En definitiva, este libro, escrito por una honesta y valiente defensora de los Derechos Humanos, es una obra fundamental para conocer más sobre la verdad, valorar el coraje con el cual unos pocos enfrentaron esos momentos de terror y la epopeya que significó con el retorno de la democracia el juzgar a los responsables del terrorismo de estado.