Diálogo Latino Cubano
Promoción de la Apertura Política en Cuba
Oswaldo Payá y Francisco Guarino
(Análisis Latino) A casi treinta años no se conocen las circunstancias reales de la muerte del cura salesiano uruguayo. Así ocurre con las dictaduras, donde los procesos judiciales son una farsa y las posibilidades de investigar quedan cercenadas. Por Hugo Machín Fajardo
(Análisis Latino) La muerte y lo que rodea la peripecia del opositor cubano Oswaldo Payá, ocurrida el 22 de julio en un accidente carretero en el que también pereció otro disidente cubano, Harold Cepero, tiene puntos de contacto con algunos episodios de la historia reciente uruguaya.
Subrayo uno en particular: la muerte en extrañas circunstancias del cura salesiano Francisco Guarino, ocurrida en 1982.
Escribo, sabedor de que no habrá defensores de los derechos humanos en Uruguay que propongan lo que sería pertinente; e incluso, adelantándome a la segura oposición de la bancada de gobierno a que el Parlamento uruguayo se sume al reclamo de esclarecimiento de los hechos ocurridos en esa ruta cubana.
El ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, y Reporteros Sin Fronteras, entre otras personalidades e instituciones mundiales, ya han adelantado reclamos de esclarecimiento al respecto.
Los dos sobrevivientes del accidente —un político español,
Ángel Carromero, y otro sueco, Jens Aron Modig— han sustentado
el informe oficial sobre el accidente: habría sido un accidente fruto de la velocidad en que se desplazaba el automóvil.
En la misma oportunidad en que ambos manifestaron su coincidencia con la versión oficial sobre los hechos, Carromero solicitó apoyo a la comunidad internacional para poder “salir de Cuba”.
Ofelia Acevedo, viuda de Payá, declaró que su esposo en “múltiples ocasiones” había recibido “amenazas de muerte” provenientes de la “seguridad del Estado”.
En junio, el matrimonio sufrió un accidente similar al volcar la camioneta en que viajaban, luego de soportar el acoso en carretera de un vehículo de la seguridad cubana.
La señora Acevedo agrega que luego de ocurrido el accidente fatal, un mayor del ejército cubano, de apellido Sánchez, le entregó el cadáver de su esposo informándole escuetamente que Payá había fallecido en el acto “de trauma craneal”.
Las familias de Payá y Cepero no recibieron informe oficial sobre los hechos ni las pertenencias de los fallecidos. Incluida una cámara de video propiedad de Payá.
Los familiares y compañeros del “Movimiento Cristiano Liberación”, que lideraba Payá, afirman que previo al accidente, quienes viajaban en el automóvil enviaron mensajes telefónicos denunciando que eran acosados en la ruta por un camión. Carromero y Modig no confirmaron esa versión.
Guarino, de 50 años, falleció el 9 de diciembre de 1982 luego de ser internado en el Hospital Maciel con “politraumatismos graves”. El sacerdote, como cientos de miles de uruguayos, participaba de la oposición a la dictadura uruguaya de la época.
Frecuentemente viajaba en moto y allegados a Guarino sospechaban que integrantes de los cuerpos represivos le hubieran provocado el accidente de tránsito que resultó fatal.
La información oficial de la época sindicó que Guarino había perdido pie al caminar por un muro cuando intentó pasar de una vivienda a otra, en Ciudad Vieja.
Décadas después, y en el ejercicio periodístico, pregunté por este caso al Vicario de la Solidaridad de la Iglesia Católica uruguaya, un salesiano, y el sacerdote admitió que había dudas sobre el fallecimiento de Guarino.
Un integrante de Serpaj, a quien por esa misma época pregunté sobre el hecho, informó que no había datos firmes, aunque el caso se mantenía en estudio y había contacto con familiares de Guarino.
En noviembre de 2010 el Poder Ejecutivo excluyó el expediente
judicial por la muerte de Guarino del amparo de la Ley Nº 15.848, “Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado”, ante la existencia de “nuevos elementos de prueba” en la indagatoria penal.
A casi treinta años no se conocen las circunstancias reales de esa muerte. Así ocurre con las dictaduras. Donde los procesos judiciales son una farsa y las posibilidades de investigar quedan cercenadas. Sobrevive la incertidumbre y la sospecha.
El mismo caso de Payá, cuya muerte está precedida del fallecimiento en octubre, también en circunstancias extrañas para la oposición cubana, de Laura Pollán, líder de las “Damas de Blanco”, y la muerte en prisión de Osvaldo Zapata —tras una huelga de hambre de 85 días— en febrero de 2010. Todos opositores a los hermanos Castro.
El régimen cubano debe esclarecer las circunstancias en que perecieron Payá y Cepero. Le obliga su ya histórica práctica violatoria de derechos humanos.
Los derechos humanos de las futuras generaciones de los uruguayos son los deberes de las actuales —parafraseando al ex director de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza— pero son los derechos humanos de todos, no de los de un sector de la sociedad en detrimento de otro, o reclamando verdad y justicia para los de una posición ideológica pero negándosela a los de otra.
Hugo Machín FajardoRedactor Especial del Portal Análisis LatinoPeriodista desde 1969, una forzada interrupción entre 1973 -1985, no le impidió ejercer el periodismo clandestino. Secuestrado en 1981 por la dictadura uruguaya, permaneció desaparecido y torturado hasta 1982, en que fue recluido en el Penal de Libertad hasta 1985. Ex -docente de periodismo en Universidad ORT, de Montevideo. Ex vicepresidente de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU). Jurado del Premio Periodismo para la Tolerancia, 2004, de la Federación Internacional de Periodistas (FIP) /Unión Europea. Coordinó "Periodismo e Infancia-2005". Integró diversas redacciones periodísticas de medios y agencias de noticias en Montevideo, Uruguay. Actualmente se desempeña como free -lance.
(Análisis Latino) La muerte y lo que rodea la peripecia del opositor cubano Oswaldo Payá, ocurrida el 22 de julio en un accidente carretero en el que también pereció otro disidente cubano, Harold Cepero, tiene puntos de contacto con algunos episodios de la historia reciente uruguaya.
Subrayo uno en particular: la muerte en extrañas circunstancias del cura salesiano Francisco Guarino, ocurrida en 1982.
Escribo, sabedor de que no habrá defensores de los derechos humanos en Uruguay que propongan lo que sería pertinente; e incluso, adelantándome a la segura oposición de la bancada de gobierno a que el Parlamento uruguayo se sume al reclamo de esclarecimiento de los hechos ocurridos en esa ruta cubana.
El ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, y Reporteros Sin Fronteras, entre otras personalidades e instituciones mundiales, ya han adelantado reclamos de esclarecimiento al respecto.
Los dos sobrevivientes del accidente —un político español,
Ángel Carromero, y otro sueco, Jens Aron Modig— han sustentado
el informe oficial sobre el accidente: habría sido un accidente fruto de la velocidad en que se desplazaba el automóvil.
En la misma oportunidad en que ambos manifestaron su coincidencia con la versión oficial sobre los hechos, Carromero solicitó apoyo a la comunidad internacional para poder “salir de Cuba”.
Ofelia Acevedo, viuda de Payá, declaró que su esposo en “múltiples ocasiones” había recibido “amenazas de muerte” provenientes de la “seguridad del Estado”.
En junio, el matrimonio sufrió un accidente similar al volcar la camioneta en que viajaban, luego de soportar el acoso en carretera de un vehículo de la seguridad cubana.
La señora Acevedo agrega que luego de ocurrido el accidente fatal, un mayor del ejército cubano, de apellido Sánchez, le entregó el cadáver de su esposo informándole escuetamente que Payá había fallecido en el acto “de trauma craneal”.
Las familias de Payá y Cepero no recibieron informe oficial sobre los hechos ni las pertenencias de los fallecidos. Incluida una cámara de video propiedad de Payá.
Los familiares y compañeros del “Movimiento Cristiano Liberación”, que lideraba Payá, afirman que previo al accidente, quienes viajaban en el automóvil enviaron mensajes telefónicos denunciando que eran acosados en la ruta por un camión. Carromero y Modig no confirmaron esa versión.
Guarino, de 50 años, falleció el 9 de diciembre de 1982 luego de ser internado en el Hospital Maciel con “politraumatismos graves”. El sacerdote, como cientos de miles de uruguayos, participaba de la oposición a la dictadura uruguaya de la época.
Frecuentemente viajaba en moto y allegados a Guarino sospechaban que integrantes de los cuerpos represivos le hubieran provocado el accidente de tránsito que resultó fatal.
La información oficial de la época sindicó que Guarino había perdido pie al caminar por un muro cuando intentó pasar de una vivienda a otra, en Ciudad Vieja.
Décadas después, y en el ejercicio periodístico, pregunté por este caso al Vicario de la Solidaridad de la Iglesia Católica uruguaya, un salesiano, y el sacerdote admitió que había dudas sobre el fallecimiento de Guarino.
Un integrante de Serpaj, a quien por esa misma época pregunté sobre el hecho, informó que no había datos firmes, aunque el caso se mantenía en estudio y había contacto con familiares de Guarino.
En noviembre de 2010 el Poder Ejecutivo excluyó el expediente
judicial por la muerte de Guarino del amparo de la Ley Nº 15.848, “Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado”, ante la existencia de “nuevos elementos de prueba” en la indagatoria penal.
A casi treinta años no se conocen las circunstancias reales de esa muerte. Así ocurre con las dictaduras. Donde los procesos judiciales son una farsa y las posibilidades de investigar quedan cercenadas. Sobrevive la incertidumbre y la sospecha.
El mismo caso de Payá, cuya muerte está precedida del fallecimiento en octubre, también en circunstancias extrañas para la oposición cubana, de Laura Pollán, líder de las “Damas de Blanco”, y la muerte en prisión de Osvaldo Zapata —tras una huelga de hambre de 85 días— en febrero de 2010. Todos opositores a los hermanos Castro.
El régimen cubano debe esclarecer las circunstancias en que perecieron Payá y Cepero. Le obliga su ya histórica práctica violatoria de derechos humanos.
Los derechos humanos de las futuras generaciones de los uruguayos son los deberes de las actuales —parafraseando al ex director de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza— pero son los derechos humanos de todos, no de los de un sector de la sociedad en detrimento de otro, o reclamando verdad y justicia para los de una posición ideológica pero negándosela a los de otra.