Reseñas
Análisis Latino
Una mirada sobre el Neo-populismo en América Latina
Por CADAL
KONRAD ADENAUER STIFTUNG: Diálogo Político, no. 02/2004, junio de 2004, Buenos Aires, Argentina. Dossier: “Neopulismo en América Latina”.
“Existe un zapato, la palabra ‘populismo’, para el cual existe un pie en algún lugar. Existe toda clase de pies que casi lo pueden calzar, pero no nos deben engañar estos pies que casi ajustan a su medida. En la búsqueda el príncipe siempre vaga errante con el zapato; y en algún lugar, estamos seguros, espera un pie denominado populismo puro. Este es el núcleo del populismo, su esencia. Todos los otros populismos son derivaciones y variaciones de este”. Con estas palabras de Isaiah Berlin, que aquí hemos optado por extractar, comienzan María M. Mackinnon y Mario Petrone una reciente compilación de trabajos sobre el populismo en América Latina. Y con estas palabras buscan llamar la atención sobre un asunto problemático: si bien el populismo ha sido uno de los enfoques (no sólo en el debate académico sino también en el político) más recurrentes en el análisis de las sociedades latinoamericanas, a pesar de ello no existe mayor acuerdo sobre su naturaleza íntima. En realidad, la vaguedad del propio término se suma a la disputa sobre el fenómeno al que se hace alusión, por lo cual los debates ni siquiera han acordado a qué tipo de realidad se refiere el concepto. Sobre este ya notorio grado de confusión, en el tema se introduce el debate sobre la aparición de experiencias neo-populistas en América Latina. Precisamente, sobre la cuestión del neopopulismo versa el Dossier.
El tema central de este número de Debate Político es presentado por un artículo del politólogo argentino Germán Lódola (“Neopopulismo y compensaciones a los perdedores del cambio económico en América Latina”, pp. 11-37), en el cual primero introduce el debate sobre la conflictiva relación populismo-neopopulismo, para luego detenerse en el análisis de la asistencia social focalizada como uno de los aparentes pilares de estas experiencias neopopulistas. En cuanto a la primera de estas etapas, Lódola se apoya sobre las cinco notas atribuidas por Kenneth Roberts en un trabajo ya clásico sobre el asunto, y articula la idea del neopopulismo a partir de una estrategia de “parecidos de familia”, que le permite diferenciar las especificidades de estas experiencias respecto del populismo en general. En esta línea, la quinta nota mencionada por Roberts apunta a al uso sistemático y expandido de métodos redistributivos y clientelares como instrumento político para generar apoyo de los sectores populares. Esta idea es cuestionada por Lódola: si bien los gobiernos reformistas de Perú y México pusieron en práctica políticas sociales focalizadas con el fin de paliar los efectos del ajuste estructural sobre los sectores populares, en los casos reformistas de Bolivia y Venezuela indican que la implementación de estas políticas sociales no fue suficiente para lograr apoyo o para acallar el alto nivel de oposición; finalmente, el gobierno de Menem aplicó las reformas sin necesidad de este tipo de mecanismos compensatorios.
Los siguientes artículos del Dossier recorren algunas de las diferentes experiencias nacionales vividas en los últimos años. Así, Alfredo Keller (“Populismo institucional y populismo revolucionario en Venezuela”, pp. 39-62) revisa la experiencia de la sociedad venezolana, contraponiendo el populismo institucional que aplicaron todos los gobiernos democráticos entre 1958 y 1999 con la experiencia chavista (calificada como “populismo revolucionario o de masas”) posterior a 1999. A continuación, Jimena Costa Benavides (“Los partidos neopopulistas en Bolivia. 1989-2004”, pp. 63-87) se detiene en tres partidos políticos bolivianos a los que califica de neopopulistas, tales como Conciencia de Patria (CONDEPA), Unión Cívica Solidaridad (UCS) y Nueva Fuerza Republicana (NFR). Estos partidos habrían tenido gran importancia en la consolidación democrática al ampliar la base de participación, a la vez que reprodujeron algunas características de la cultura política boliviana (caudillismo, prebendarismo, clientelismo); la debilidad ideológica de estos partidos los ha conducido hacia el uso de políticas asistenciales para satisfacer demandas sociales. El trabajo de Carlos de la Torre (“Polarización populista y democracia en Ecuador”, pp. 89-113) estudia la polarización social y política durante la elección y presidencia de Abdalá Bucaram. En esta línea, De la Torre analiza la organización política y retórica utilizadas para acceder al poder, y las dificultades de consolidación de su gobierno ante un escenario político polarizado. Finalmente, el artículo de Martín Traine (“Neopopulismo. El estilo político de la pop-modernidad”, pp. 115-127) no deduce el concepto de neopopulismo a partir de las experiencias populistas clásicas, sino que critica las limitaciones de tales modelos explicativos, a la vez que niega la interpretación del neopopulismo como un riesgo para la democracia sino que antes bien resalta la afinidad de los sistemas contemporáneos de alternancia democrática con los nuevos estilos de clientelismo político.
El presente número de Debate Político, si bien está dedicado a la temática del populismo-neopopulismo, se completa con un trabajo de Andrea M. Schneider (“Informe de la Comisión Herzog sobre ‘Seguridad Social’ y Resolución del congreso partidario de la CDU”, pp. 129-164), otro de Fritz Plasser (“La comunicación política en los hemisferios Norte Sur. ¿Qué intercambio recíproco puede esperarse?”, pp. 165-180) y finalmente un tercero de Menno Harms (“Sector privado y crecimiento económico. Experiencias desde la perspectiva alemana”, pp. 181-192).
KONRAD ADENAUER STIFTUNG: Diálogo Político, no. 02/2004, junio de 2004, Buenos Aires, Argentina. Dossier: “Neopulismo en América Latina”.
“Existe un zapato, la palabra ‘populismo’, para el cual existe un pie en algún lugar. Existe toda clase de pies que casi lo pueden calzar, pero no nos deben engañar estos pies que casi ajustan a su medida. En la búsqueda el príncipe siempre vaga errante con el zapato; y en algún lugar, estamos seguros, espera un pie denominado populismo puro. Este es el núcleo del populismo, su esencia. Todos los otros populismos son derivaciones y variaciones de este”. Con estas palabras de Isaiah Berlin, que aquí hemos optado por extractar, comienzan María M. Mackinnon y Mario Petrone una reciente compilación de trabajos sobre el populismo en América Latina. Y con estas palabras buscan llamar la atención sobre un asunto problemático: si bien el populismo ha sido uno de los enfoques (no sólo en el debate académico sino también en el político) más recurrentes en el análisis de las sociedades latinoamericanas, a pesar de ello no existe mayor acuerdo sobre su naturaleza íntima. En realidad, la vaguedad del propio término se suma a la disputa sobre el fenómeno al que se hace alusión, por lo cual los debates ni siquiera han acordado a qué tipo de realidad se refiere el concepto. Sobre este ya notorio grado de confusión, en el tema se introduce el debate sobre la aparición de experiencias neo-populistas en América Latina. Precisamente, sobre la cuestión del neopopulismo versa el Dossier.
El tema central de este número de Debate Político es presentado por un artículo del politólogo argentino Germán Lódola (“Neopopulismo y compensaciones a los perdedores del cambio económico en América Latina”, pp. 11-37), en el cual primero introduce el debate sobre la conflictiva relación populismo-neopopulismo, para luego detenerse en el análisis de la asistencia social focalizada como uno de los aparentes pilares de estas experiencias neopopulistas. En cuanto a la primera de estas etapas, Lódola se apoya sobre las cinco notas atribuidas por Kenneth Roberts en un trabajo ya clásico sobre el asunto, y articula la idea del neopopulismo a partir de una estrategia de “parecidos de familia”, que le permite diferenciar las especificidades de estas experiencias respecto del populismo en general. En esta línea, la quinta nota mencionada por Roberts apunta a al uso sistemático y expandido de métodos redistributivos y clientelares como instrumento político para generar apoyo de los sectores populares. Esta idea es cuestionada por Lódola: si bien los gobiernos reformistas de Perú y México pusieron en práctica políticas sociales focalizadas con el fin de paliar los efectos del ajuste estructural sobre los sectores populares, en los casos reformistas de Bolivia y Venezuela indican que la implementación de estas políticas sociales no fue suficiente para lograr apoyo o para acallar el alto nivel de oposición; finalmente, el gobierno de Menem aplicó las reformas sin necesidad de este tipo de mecanismos compensatorios.
Los siguientes artículos del Dossier recorren algunas de las diferentes experiencias nacionales vividas en los últimos años. Así, Alfredo Keller (“Populismo institucional y populismo revolucionario en Venezuela”, pp. 39-62) revisa la experiencia de la sociedad venezolana, contraponiendo el populismo institucional que aplicaron todos los gobiernos democráticos entre 1958 y 1999 con la experiencia chavista (calificada como “populismo revolucionario o de masas”) posterior a 1999. A continuación, Jimena Costa Benavides (“Los partidos neopopulistas en Bolivia. 1989-2004”, pp. 63-87) se detiene en tres partidos políticos bolivianos a los que califica de neopopulistas, tales como Conciencia de Patria (CONDEPA), Unión Cívica Solidaridad (UCS) y Nueva Fuerza Republicana (NFR). Estos partidos habrían tenido gran importancia en la consolidación democrática al ampliar la base de participación, a la vez que reprodujeron algunas características de la cultura política boliviana (caudillismo, prebendarismo, clientelismo); la debilidad ideológica de estos partidos los ha conducido hacia el uso de políticas asistenciales para satisfacer demandas sociales. El trabajo de Carlos de la Torre (“Polarización populista y democracia en Ecuador”, pp. 89-113) estudia la polarización social y política durante la elección y presidencia de Abdalá Bucaram. En esta línea, De la Torre analiza la organización política y retórica utilizadas para acceder al poder, y las dificultades de consolidación de su gobierno ante un escenario político polarizado. Finalmente, el artículo de Martín Traine (“Neopopulismo. El estilo político de la pop-modernidad”, pp. 115-127) no deduce el concepto de neopopulismo a partir de las experiencias populistas clásicas, sino que critica las limitaciones de tales modelos explicativos, a la vez que niega la interpretación del neopopulismo como un riesgo para la democracia sino que antes bien resalta la afinidad de los sistemas contemporáneos de alternancia democrática con los nuevos estilos de clientelismo político.
El presente número de Debate Político, si bien está dedicado a la temática del populismo-neopopulismo, se completa con un trabajo de Andrea M. Schneider (“Informe de la Comisión Herzog sobre ‘Seguridad Social’ y Resolución del congreso partidario de la CDU”, pp. 129-164), otro de Fritz Plasser (“La comunicación política en los hemisferios Norte Sur. ¿Qué intercambio recíproco puede esperarse?”, pp. 165-180) y finalmente un tercero de Menno Harms (“Sector privado y crecimiento económico. Experiencias desde la perspectiva alemana”, pp. 181-192).