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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
La vacuna de los derechos humanos
Para Bachelet, la pandemia nos ha dejado expuestos, vulnerables y debilitados, pero en la devastación también está la clave de cómo convertir el desastre en una oportunidad, para reajustar las prioridades y construir un futuro mejor. Es por eso que con la misma firmeza que expone las debilidades, afirma que el principal ingrediente para el futuro es la voluntad política.Por Roxana Perel
A pocos días de concluir el año 2020 y un día antes de la celebración del Día Internacional de los Derechos Humanos, las palabras de Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, hechas públicas en una rueda de prensa celebrada con tal motivo, son una nueva muestra de la excelencia de su pensamiento.
Su exposición directa y con palabras acertadas permite apreciar con exactitud los desafíos a los que deberá enfrentarse la comunidad internacional luego del impacto brutal de la pandemia COVID-19, y merece ser difundida.
Cuanto menos, es importante hacer una síntesis de sus reflexiones, teniendo en cuenta que vienen de la voz autorizada de una mujer con una vasta trayectoria política, tanto en su país natal como en organismos internacionales, Ministra de Salud –no debe olvidarse su formación como médica- y dos veces presidenta de la República de Chile, además de la primera Directora Ejecutiva de la en su momento recién creada ONU-Mujeres.
Dice Bachelet que la pandemia ha expuesto todas nuestras debilidades como sociedad, dejando a la vista los fracasos a la hora de invertir en la construcción de sociedades justas y equitativas. El pase de factura ha afectado a todas las regiones y países, y a todos los derechos humanos, ya sean económicos, sociales, culturales, civiles o políticos.
Para la Alta Comisionada se presentan tres futuros posibles:
-Se puede salir de esta crisis en un estado aún peor que cuando comenzó, y estar aún menos preparados para la próxima conmoción de nuestras sociedades.
-Se puede luchar poderosamente para volver a la normalidad, pero la normalidad es lo que nos ha llevado a donde estamos hoy.
-O se puede salir mejor.
La Alta Comisionada también reflexionó sobre el hecho de que el daño de la pandemia no será curado por ninguna vacuna. No obstante, recalcó: “Pero hay una vacuna para el hambre, la pobreza, la desigualdad y posiblemente - si se toma en serio - para el cambio climático, así como para muchos de los otros males que enfrenta la humanidad. Es una vacuna que desarrollamos a raíz de anteriores crisis mundiales masivas, incluidas las pandemias, las crisis financieras y las dos guerras mundiales. El nombre de esa vacuna es ‘derechos humanos’”.
En un tenor similar se había expresado antes Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, cuando en abril de 2020 en su informe titulado We are all in this Together: Human Rights and COVID-19 Response and Recovery, afirmó que la crisis desatada por la pandemia reveló una debilidad que los derechos humanos pueden ayudar a mejorar.
Los seis mensajes clave identificados en ese documento por el Secretario General fueron los siguientes: la protección de la vida de las personas es la prioridad y para eso ayuda la protección de los medios de vida; el virus no discrimina, pero sus impactos sí; todos están involucrados; la amenaza es el virus, no la gente, por lo que el foco de protección debe estar en los más vulnerables; ningún país puede superar esto solo, y por último, debemos ser mejor que antes una vez recuperados.
Volviendo al discurso de Bachelet, deben hacerse notar los duros términos con los que se refirió al uso de la pandemia hecho por algunos líderes políticos, sosteniendo que politizar una pandemia constituye una actitud irresponsable y reprochable, y criticó también las teorías conspirativas y las acciones que contribuyeron a dividir en lugar de unir, y a minar la confianza en gobiernos, en datos científicos o en las vacunas, lo que implicará una ardua tarea de reconstrucción en el futuro.
En relación al impacto de la pandemia sobre los grupos marginados y discriminados, ha dicho Bachelet que las minorías de donde provienen en gran medida los trabajadores ahora definidos como “trabajadores esenciales”, tales como los del área de la salud, limpieza o trabajadores del transporte, más desprotegidos y sobreexpuestos al contagio, han resultado muy afectados por la desigualdad. Por un lado, fueron -y son- los más esenciales para salvar vidas y estuvieron en mayor peligro con la escasez de protección adecuada. En tal sentido cita como dato que los trabajadores del área de la salud constituyen entre el 2 y el 3% de la población nacional pero que representan alrededor del 14% de los casos de la COVID-19 notificados a la OMS.
Bachelet se detiene a considerar el caso de las mujeres, para quienes las repercusiones han sido devastadoras, debiendo sufrir el aumento de la violencia doméstica, viéndose obligadas en muchos casos a retirarse del mercado laboral para ocuparse de familiares y niños que no han ido a la escuela. Resaltó asimismo que no deja de ser notable que varios de los países valorados por haber manejado la pandemia en forma más efectiva están liderados por mujeres.
La pandemia afectó seriamente los derechos de libertad de expresión y de participar en la vida pública, en muchos casos por el accionar de gobiernos que abusaron de la situación imponiendo restricciones para acallar críticas y disensos.
Para Bachelet, la pandemia nos ha dejado expuestos, vulnerables y debilitados, pero en la devastación también está la clave de cómo convertir el desastre en una oportunidad, para reajustar las prioridades y construir un futuro mejor.
Es por eso que con la misma firmeza que expone las debilidades, afirma que el principal ingrediente para el futuro es la voluntad política.
Y continúa indicando cuáles son los otros ingredientes de la receta esperanzadora: empeñarse en la lucha contra la corrupción, abordar la desigualdad, reparar el deshilachado sistema del multilateralismo y gestionar la recuperación mediante la cooperación internacional, para lo cual los dirigentes de los países poderosos deben admitir que las respuestas nacionalistas simplistas no van a contribuir a la recuperación colectiva.
Al cerrar su exposición Bachelet es contundente y se permite dudar abriendo los interrogantes que la preocupan acerca de la capacidad de la sociedad global para aprovechar esta crisis, optar por el tercer camino posible y salir mejor de ella. Concluye con una fuerte frase final: “Hemos sido advertidos”.
Ahora, y para transitar el camino marcado por las palabras de la Alta Comisionada, hay que saber escuchar a los que más saben y lograr que lo aprendido no sean solo palabras sino que éstas se transformen en acciones, siendo conscientes de que la clave del éxito para la recuperación de la pandemia será el respeto de todo el espectro de los derechos humanos, económicos, sociales, culturales y civiles y políticos.
Roxana PerelInvestigadora AsociadaAbogada y escribana egresada de la Universidad de Buenos Aires, posee estudios de posgrado en Mediación y Resolución de Conflictos (Fundación LIBRA). Se especializó en el funcionamiento de los organismos con alcance internacional del sistema universal de protección de los Derechos Humanos; en la presentación y el seguimiento de informes ante el Grupo de Trabajo del Examen Periódico Universal y ante los órganos basados en la Carta de las Naciones Unidas. Trabajó en la capacitación para el cumplimiento de los estándares internacionales de derechos humanos. Fue asesora legal del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación durante diez años, desempeñándose en el Área Jurídica Internacional.
A pocos días de concluir el año 2020 y un día antes de la celebración del Día Internacional de los Derechos Humanos, las palabras de Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, hechas públicas en una rueda de prensa celebrada con tal motivo, son una nueva muestra de la excelencia de su pensamiento.
Su exposición directa y con palabras acertadas permite apreciar con exactitud los desafíos a los que deberá enfrentarse la comunidad internacional luego del impacto brutal de la pandemia COVID-19, y merece ser difundida.
Cuanto menos, es importante hacer una síntesis de sus reflexiones, teniendo en cuenta que vienen de la voz autorizada de una mujer con una vasta trayectoria política, tanto en su país natal como en organismos internacionales, Ministra de Salud –no debe olvidarse su formación como médica- y dos veces presidenta de la República de Chile, además de la primera Directora Ejecutiva de la en su momento recién creada ONU-Mujeres.
Dice Bachelet que la pandemia ha expuesto todas nuestras debilidades como sociedad, dejando a la vista los fracasos a la hora de invertir en la construcción de sociedades justas y equitativas. El pase de factura ha afectado a todas las regiones y países, y a todos los derechos humanos, ya sean económicos, sociales, culturales, civiles o políticos.
Para la Alta Comisionada se presentan tres futuros posibles:
-Se puede salir de esta crisis en un estado aún peor que cuando comenzó, y estar aún menos preparados para la próxima conmoción de nuestras sociedades.
-Se puede luchar poderosamente para volver a la normalidad, pero la normalidad es lo que nos ha llevado a donde estamos hoy.
-O se puede salir mejor.
La Alta Comisionada también reflexionó sobre el hecho de que el daño de la pandemia no será curado por ninguna vacuna. No obstante, recalcó: “Pero hay una vacuna para el hambre, la pobreza, la desigualdad y posiblemente - si se toma en serio - para el cambio climático, así como para muchos de los otros males que enfrenta la humanidad. Es una vacuna que desarrollamos a raíz de anteriores crisis mundiales masivas, incluidas las pandemias, las crisis financieras y las dos guerras mundiales. El nombre de esa vacuna es ‘derechos humanos’”.
En un tenor similar se había expresado antes Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, cuando en abril de 2020 en su informe titulado We are all in this Together: Human Rights and COVID-19 Response and Recovery, afirmó que la crisis desatada por la pandemia reveló una debilidad que los derechos humanos pueden ayudar a mejorar.
Los seis mensajes clave identificados en ese documento por el Secretario General fueron los siguientes: la protección de la vida de las personas es la prioridad y para eso ayuda la protección de los medios de vida; el virus no discrimina, pero sus impactos sí; todos están involucrados; la amenaza es el virus, no la gente, por lo que el foco de protección debe estar en los más vulnerables; ningún país puede superar esto solo, y por último, debemos ser mejor que antes una vez recuperados.
Volviendo al discurso de Bachelet, deben hacerse notar los duros términos con los que se refirió al uso de la pandemia hecho por algunos líderes políticos, sosteniendo que politizar una pandemia constituye una actitud irresponsable y reprochable, y criticó también las teorías conspirativas y las acciones que contribuyeron a dividir en lugar de unir, y a minar la confianza en gobiernos, en datos científicos o en las vacunas, lo que implicará una ardua tarea de reconstrucción en el futuro.
En relación al impacto de la pandemia sobre los grupos marginados y discriminados, ha dicho Bachelet que las minorías de donde provienen en gran medida los trabajadores ahora definidos como “trabajadores esenciales”, tales como los del área de la salud, limpieza o trabajadores del transporte, más desprotegidos y sobreexpuestos al contagio, han resultado muy afectados por la desigualdad. Por un lado, fueron -y son- los más esenciales para salvar vidas y estuvieron en mayor peligro con la escasez de protección adecuada. En tal sentido cita como dato que los trabajadores del área de la salud constituyen entre el 2 y el 3% de la población nacional pero que representan alrededor del 14% de los casos de la COVID-19 notificados a la OMS.
Bachelet se detiene a considerar el caso de las mujeres, para quienes las repercusiones han sido devastadoras, debiendo sufrir el aumento de la violencia doméstica, viéndose obligadas en muchos casos a retirarse del mercado laboral para ocuparse de familiares y niños que no han ido a la escuela. Resaltó asimismo que no deja de ser notable que varios de los países valorados por haber manejado la pandemia en forma más efectiva están liderados por mujeres.
La pandemia afectó seriamente los derechos de libertad de expresión y de participar en la vida pública, en muchos casos por el accionar de gobiernos que abusaron de la situación imponiendo restricciones para acallar críticas y disensos.
Para Bachelet, la pandemia nos ha dejado expuestos, vulnerables y debilitados, pero en la devastación también está la clave de cómo convertir el desastre en una oportunidad, para reajustar las prioridades y construir un futuro mejor.
Es por eso que con la misma firmeza que expone las debilidades, afirma que el principal ingrediente para el futuro es la voluntad política.
Y continúa indicando cuáles son los otros ingredientes de la receta esperanzadora: empeñarse en la lucha contra la corrupción, abordar la desigualdad, reparar el deshilachado sistema del multilateralismo y gestionar la recuperación mediante la cooperación internacional, para lo cual los dirigentes de los países poderosos deben admitir que las respuestas nacionalistas simplistas no van a contribuir a la recuperación colectiva.
Al cerrar su exposición Bachelet es contundente y se permite dudar abriendo los interrogantes que la preocupan acerca de la capacidad de la sociedad global para aprovechar esta crisis, optar por el tercer camino posible y salir mejor de ella. Concluye con una fuerte frase final: “Hemos sido advertidos”.
Ahora, y para transitar el camino marcado por las palabras de la Alta Comisionada, hay que saber escuchar a los que más saben y lograr que lo aprendido no sean solo palabras sino que éstas se transformen en acciones, siendo conscientes de que la clave del éxito para la recuperación de la pandemia será el respeto de todo el espectro de los derechos humanos, económicos, sociales, culturales y civiles y políticos.