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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
La apertura de Birmania: fortaleciendo la sociedad civil
Cuando un individuo se para solo, él o ella es vulnerable. Pero cuando un pueblo se para todo junto, puede exigir el cambio. Sin la cooperación de todos, no podrá lograrse nada. Con la cooperación de todos, todo es posible. Por Min Ko Naing
La revolución no es suficiente. También necesitamos una sociedad fuerte. Cuando éramos jóvenes creíamos en la revolución. Vivíamos como revolucionarios. Compartíamos todo, desde cigarrillos hasta la ropa. Pensábamos que la revolución era el objetivo. Nunca nos preguntamos, “¿Qué sucede luego de la revolución?” No comprendíamos entonces lo difícil que sería pasar de la dictadura a la democracia. Entendíamos que el gobierno necesitaba irse, pero no comprendíamos que la sociedad también necesitaba cambiar. Pensábamos que luego de la revolución seríamos libres de perseguir nuestros propios intereses y sueños.
Sin embargo, como niños nacidos y criados bajo el régimen militar veíamos las cosas en blanco y negro. No anticipamos un período de transición en el cual las cosas serían poco claras. Hoy nos encontramos exactamente en esa situación. No podemos decir que ganamos la revolución, pero tampoco podemos sostener que aún estamos luchando por la revolución. En el pasado comprendimos que sin sacrificio personal nunca lograríamos la democracia. Si tan solo la suficiente cantidad de gente estuviera dispuesta a sacrificarlo todo, sabíamos que ganaríamos.
Sin embargo, de pronto todo ha cambiado. Esto no es como la situación de la independencia cuando un día eres una colonia y al siguiente eres libre. Lo que ahora sucede es diferente. Solíamos creer que pasaríamos directo de la dictadura a la democracia. Ahora comprendemos que uno pasa de la dictadura a una transición hacia la democracia. ¿Dónde estamos ahora? Somos libres pero no somos libres. No estamos ni aquí ni allá. Ya no resulta claro para qué estamos luchando. Nos preparamos para la revolución pero nunca nos preparamos para la transición. Hoy entendemos que necesitamos formar parte de la transición, pero no sabemos que rol jugar.
Por favor, entienda cómo era la vida para nosotros. Desde el nacimiento todo lo que oíamos de las autoridades eran órdenes – obligaciones y prohibiciones. Hasta nos decían cuándo podíamos cocinar y cuándo no. Si no cocinábamos exactamente en el horario indicado, nos amenazaban con actuar según las “leyes vigentes”. Como no había leyes, las autoridades podían hacer lo que quisieran.
Las autoridades amenazaban a los ciudadanos todos y cada uno de los días. Pero no había nadie que nos dijera cuáles eran nuestros derechos. No había oportunidades, sólo castigos.
Como resultado la gente rara vez hacía preguntas. La gente seguía las órdenes de las autoridades, con el menor esfuerzo necesario para cumplir con la tarea. El punto era “hacerlo”. La gente no tenía tiempo, dinero, ni cualquier otro recurso para desafiar a las autoridades. Por ejemplo, se le pedía a la gente que tomara medidas preventivas para controlar los incendios durante el verano. Se les pedía que tuvieran arena, agua y una caña larga en caso de incendio. Tal como se les pedía, la gente guardaba esas cosas a la vista frente a sus casas pero todos sabían que estaban allí sólo para aparentar. Podía hallarse una pequeña cantidad de agua, arena en dos bolsas separadas y una vara improvisada en cada casa en todo pueblo. Sin embargo, tanto las autoridades como el pueblo sabían que esas cosas serían inútiles contra un incendio real. Ésa era la clase de cooperación que las autoridades recibían de la gente. ¡Qué cooperación! ¡Perfecta! Quiero decir que nuestro gobierno y el pueblo estaban en perfecta armonía.
Obviamente esa clase de “cooperación” no ayuda a construir una nación moderna y desarrollada. Con sólo poner un gran cartel visible dando la bienvenida en el límite de la ciudad no significa que allí haya una ciudad. Una pequeña choza de hojas de palmera junto al cartel no significa milagrosamente un edificio de ladrillo. Se necesita más que una expresión de deseo para construir una ciudad.
Por eso la sociedad civil resulta tan importante. Los líderes y el pueblo de nuestro país necesitan comprender que la gente es un elemento esencial para la construcción de una nación. Sin las contribuciones y la cooperación de la gente, el cambio no puede suceder.
Luego de vivir tanto tiempo bajo el régimen militar nuestra gente no está acostumbrada a hacer preguntas y realizar demandas. Podemos verlo por la forma en que la gente respondió a las medidas obligatorias de prevención de incendio. ¿Pero la gente no tiene derecho a preguntar cuál es el rol de los bomberos y si están realizando un trabajo adecuado? Claro que sí. El departamento de bomberos existe para prevenir y apagar incendios, no sólo para imponer requerimientos estúpidos. Tiene equipamiento y personal, pero ¿qué hace con ellos? ¿Hacia dónde va el dinero de los contribuyentes? Antes de la transición, nadie hacía esas preguntas.
La gente misma no estaba lo suficientemente educada, no era lo suficientemente fuerte, ni lo suficientemente libre para realizar preguntas.
Quiero una nación donde nuestra gente viva sus vidas con conocimiento y sabiduría. Quiero que la gente sea libre de preguntar. Quiero que tengan el coraje de pronunciarse fuerte y claro.
Para que se desarrolle nuestro país necesitamos una ciudadanía informada y comprometida. Los ciudadanos también necesitan tener las capacidades, el conocimiento y la libertad de cuestionar a quienes están en el poder – y hacerlo públicamente, sin miedo.
Le quiero contar una historia. Había dos nuevos graduados que ingresaron en un edificio público de oficinas. Uno era un maestro joven que acaba de recibirse en la universidad. El otro era un graduado de la academia militar. Pero al ingresar al edificio la gente los recibía de forma diferente. Uno puede estar seguro de a quién recibían mejor – al uniformado, por supuesto. Esta es una de las cosas de nuestra sociedad que necesita cambiar. La gente sólo respeta a los uniformados, ya que sólo los que tienen uniforme tienen poder. Esto no puede continuar.
¿Qué hay de sus roles en la sociedad? ¿Por qué uno es superior al otro? ¿No necesitamos tanto a los maestros como a los soldados?
Este es sólo un ejemplo pero ayuda a mostrar por qué necesitamos que la educación cívica sea una prioridad. La gente suele preguntarme qué estoy haciendo en preparación a las elecciones de 2015. Necesitamos más que prepararnos para las elecciones. Necesitamos visitar lugares en todo el país, reunirnos con la gente, y comenzar a educarlos sobre los derechos y responsabilidades de los ciudadanos en democracia.
Mire la elección de 1990. Ganamos en las urnas, pero luego en efecto perdimos cuando los militares anularon los resultados. Para que esto no vuelva a suceder la sociedad debe estar mejor preparada. Necesitamos más conocimiento. Necesitamos más información. Necesitamos más coraje. Necesitamos hacer preguntas. Necestiamos desafiar respetuosamente a las autoridades. Y necesitamos conocer nuestros derechos. Debemos prepararnos. Y para lograr el éxito, todos deben contribuir a este esfuerzo.
Sin la cooperación del pueblo el gobierno no puede construir una sociedad democrática. El gobierno no introdujo reformas por su preocupación por el bienestar de la gente. Cambiaron porque el pueblo se lo demandó. Cuando un individuo se para solo, él o ella es vulnerable. Pero cuando un pueblo se para todo junto, puede exigir el cambio. Sin la cooperación de todos, no podrá lograrse nada. Con la cooperación de todos, todo es posible. Todos deben contribuir con lo que cada uno pueda. Compartir habilidades, conocimiento, necesidades básicas, o incluso donar sangre para los enfermos. Es el momento de construir una sociedad abierta.
Min Ko Naing ha sido descripto por el New York times como “la figura más influyente de la oposición luego de Daw Ung San Suu Kyi” en Birmania. Fue presidente de All Burma Federation of Students Union (ABFSU) y líder de las manifestaciones prodemocráticas en 1988 (conocidas popularmente como “el Levantamiento 8888”) que fueron eventualmente interrumpidas por una brutal represión por parte del gobierno. Min Ko Naing pasó gran parte de los últimos veinte años en prisión; fue liberado el 13 de enero de 2012 tras una amnistía presidencial masiva. Este ensayo se basa en un discurso que dio a los representantes de la sociedad civil birmana en Rangún el 25 de agosto de 2012. Fue traducido al inglés por Ma Oo y Aung Maw Zin.
Originalmente publicado en Inglés en Journal of Democracy Volume 23, Number 4 October 2012. © 2012 National Endowment for Democracy and The Johns Hopkins University Press. Traducido al español por Hernán Alberro.
Min Ko Naing
La revolución no es suficiente. También necesitamos una sociedad fuerte. Cuando éramos jóvenes creíamos en la revolución. Vivíamos como revolucionarios. Compartíamos todo, desde cigarrillos hasta la ropa. Pensábamos que la revolución era el objetivo. Nunca nos preguntamos, “¿Qué sucede luego de la revolución?” No comprendíamos entonces lo difícil que sería pasar de la dictadura a la democracia. Entendíamos que el gobierno necesitaba irse, pero no comprendíamos que la sociedad también necesitaba cambiar. Pensábamos que luego de la revolución seríamos libres de perseguir nuestros propios intereses y sueños.
Sin embargo, como niños nacidos y criados bajo el régimen militar veíamos las cosas en blanco y negro. No anticipamos un período de transición en el cual las cosas serían poco claras. Hoy nos encontramos exactamente en esa situación. No podemos decir que ganamos la revolución, pero tampoco podemos sostener que aún estamos luchando por la revolución. En el pasado comprendimos que sin sacrificio personal nunca lograríamos la democracia. Si tan solo la suficiente cantidad de gente estuviera dispuesta a sacrificarlo todo, sabíamos que ganaríamos.
Sin embargo, de pronto todo ha cambiado. Esto no es como la situación de la independencia cuando un día eres una colonia y al siguiente eres libre. Lo que ahora sucede es diferente. Solíamos creer que pasaríamos directo de la dictadura a la democracia. Ahora comprendemos que uno pasa de la dictadura a una transición hacia la democracia. ¿Dónde estamos ahora? Somos libres pero no somos libres. No estamos ni aquí ni allá. Ya no resulta claro para qué estamos luchando. Nos preparamos para la revolución pero nunca nos preparamos para la transición. Hoy entendemos que necesitamos formar parte de la transición, pero no sabemos que rol jugar.
Por favor, entienda cómo era la vida para nosotros. Desde el nacimiento todo lo que oíamos de las autoridades eran órdenes – obligaciones y prohibiciones. Hasta nos decían cuándo podíamos cocinar y cuándo no. Si no cocinábamos exactamente en el horario indicado, nos amenazaban con actuar según las “leyes vigentes”. Como no había leyes, las autoridades podían hacer lo que quisieran.
Las autoridades amenazaban a los ciudadanos todos y cada uno de los días. Pero no había nadie que nos dijera cuáles eran nuestros derechos. No había oportunidades, sólo castigos.
Como resultado la gente rara vez hacía preguntas. La gente seguía las órdenes de las autoridades, con el menor esfuerzo necesario para cumplir con la tarea. El punto era “hacerlo”. La gente no tenía tiempo, dinero, ni cualquier otro recurso para desafiar a las autoridades. Por ejemplo, se le pedía a la gente que tomara medidas preventivas para controlar los incendios durante el verano. Se les pedía que tuvieran arena, agua y una caña larga en caso de incendio. Tal como se les pedía, la gente guardaba esas cosas a la vista frente a sus casas pero todos sabían que estaban allí sólo para aparentar. Podía hallarse una pequeña cantidad de agua, arena en dos bolsas separadas y una vara improvisada en cada casa en todo pueblo. Sin embargo, tanto las autoridades como el pueblo sabían que esas cosas serían inútiles contra un incendio real. Ésa era la clase de cooperación que las autoridades recibían de la gente. ¡Qué cooperación! ¡Perfecta! Quiero decir que nuestro gobierno y el pueblo estaban en perfecta armonía.
Obviamente esa clase de “cooperación” no ayuda a construir una nación moderna y desarrollada. Con sólo poner un gran cartel visible dando la bienvenida en el límite de la ciudad no significa que allí haya una ciudad. Una pequeña choza de hojas de palmera junto al cartel no significa milagrosamente un edificio de ladrillo. Se necesita más que una expresión de deseo para construir una ciudad.
Por eso la sociedad civil resulta tan importante. Los líderes y el pueblo de nuestro país necesitan comprender que la gente es un elemento esencial para la construcción de una nación. Sin las contribuciones y la cooperación de la gente, el cambio no puede suceder.
Luego de vivir tanto tiempo bajo el régimen militar nuestra gente no está acostumbrada a hacer preguntas y realizar demandas. Podemos verlo por la forma en que la gente respondió a las medidas obligatorias de prevención de incendio. ¿Pero la gente no tiene derecho a preguntar cuál es el rol de los bomberos y si están realizando un trabajo adecuado? Claro que sí. El departamento de bomberos existe para prevenir y apagar incendios, no sólo para imponer requerimientos estúpidos. Tiene equipamiento y personal, pero ¿qué hace con ellos? ¿Hacia dónde va el dinero de los contribuyentes? Antes de la transición, nadie hacía esas preguntas.
La gente misma no estaba lo suficientemente educada, no era lo suficientemente fuerte, ni lo suficientemente libre para realizar preguntas.
Quiero una nación donde nuestra gente viva sus vidas con conocimiento y sabiduría. Quiero que la gente sea libre de preguntar. Quiero que tengan el coraje de pronunciarse fuerte y claro.
Para que se desarrolle nuestro país necesitamos una ciudadanía informada y comprometida. Los ciudadanos también necesitan tener las capacidades, el conocimiento y la libertad de cuestionar a quienes están en el poder – y hacerlo públicamente, sin miedo.
Le quiero contar una historia. Había dos nuevos graduados que ingresaron en un edificio público de oficinas. Uno era un maestro joven que acaba de recibirse en la universidad. El otro era un graduado de la academia militar. Pero al ingresar al edificio la gente los recibía de forma diferente. Uno puede estar seguro de a quién recibían mejor – al uniformado, por supuesto. Esta es una de las cosas de nuestra sociedad que necesita cambiar. La gente sólo respeta a los uniformados, ya que sólo los que tienen uniforme tienen poder. Esto no puede continuar.
¿Qué hay de sus roles en la sociedad? ¿Por qué uno es superior al otro? ¿No necesitamos tanto a los maestros como a los soldados?
Este es sólo un ejemplo pero ayuda a mostrar por qué necesitamos que la educación cívica sea una prioridad. La gente suele preguntarme qué estoy haciendo en preparación a las elecciones de 2015. Necesitamos más que prepararnos para las elecciones. Necesitamos visitar lugares en todo el país, reunirnos con la gente, y comenzar a educarlos sobre los derechos y responsabilidades de los ciudadanos en democracia.
Mire la elección de 1990. Ganamos en las urnas, pero luego en efecto perdimos cuando los militares anularon los resultados. Para que esto no vuelva a suceder la sociedad debe estar mejor preparada. Necesitamos más conocimiento. Necesitamos más información. Necesitamos más coraje. Necesitamos hacer preguntas. Necestiamos desafiar respetuosamente a las autoridades. Y necesitamos conocer nuestros derechos. Debemos prepararnos. Y para lograr el éxito, todos deben contribuir a este esfuerzo.
Sin la cooperación del pueblo el gobierno no puede construir una sociedad democrática. El gobierno no introdujo reformas por su preocupación por el bienestar de la gente. Cambiaron porque el pueblo se lo demandó. Cuando un individuo se para solo, él o ella es vulnerable. Pero cuando un pueblo se para todo junto, puede exigir el cambio. Sin la cooperación de todos, no podrá lograrse nada. Con la cooperación de todos, todo es posible. Todos deben contribuir con lo que cada uno pueda. Compartir habilidades, conocimiento, necesidades básicas, o incluso donar sangre para los enfermos. Es el momento de construir una sociedad abierta.
Min Ko Naing ha sido descripto por el New York times como “la figura más influyente de la oposición luego de Daw Ung San Suu Kyi” en Birmania. Fue presidente de All Burma Federation of Students Union (ABFSU) y líder de las manifestaciones prodemocráticas en 1988 (conocidas popularmente como “el Levantamiento 8888”) que fueron eventualmente interrumpidas por una brutal represión por parte del gobierno. Min Ko Naing pasó gran parte de los últimos veinte años en prisión; fue liberado el 13 de enero de 2012 tras una amnistía presidencial masiva. Este ensayo se basa en un discurso que dio a los representantes de la sociedad civil birmana en Rangún el 25 de agosto de 2012. Fue traducido al inglés por Ma Oo y Aung Maw Zin.
Originalmente publicado en Inglés en Journal of Democracy Volume 23, Number 4 October 2012. © 2012 National Endowment for Democracy and The Johns Hopkins University Press. Traducido al español por Hernán Alberro.