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Análisis Sínico

14-08-2024

Transformaciones limitadas: China en el BTI 2006-2024

China atravesó muy pocos cambios con respecto a las transformaciones políticas, económicas y de gobernanza que evalúa el Bertelsmann Transformation Index (BTI). En ninguna de las tres dimensiones se puede observar una tendencia clara, habiendo oscilado las puntuaciones entre diferencias de menos de un punto desde el BTI 2006. Mientras el estado de economía y la gobernanza china fueron evaluados con puntuaciones medianas, la inexistente apertura democrática hizo que China se posicione en la última categoría del BTI en su transformación política.
Por Gina Picco y Dorothea Krueger

Desde 2006, el Índice de Transformación Bertelsmann (BTI, por sus siglas en inglés) brinda bienalmente un resumen del estado de la democracia, la calidad de la gobernanza, y la economía de mercado de 137 países del mundo. Este análisis cualitativo de las tendencias de transformación se complementa con la asignación de puntajes, del uno al diez, por cada uno de los 52 indicadores que evalúan cuestiones con respecto a los 17 criterios utilizados en el informe. De esta manera, el BTI permite comparar el desempeño de los países en particular y en general a lo largo del tiempo.

Transformaciones limitadas: China en el BTI 2006-2024

Elaboración propia de las autoras en base a los datos del BTI 2006-2024.

El presente artículo presentará algunos aspectos del proceso de transformación de la República Popular China según los resultados del BTI de los últimos dieciocho años de la publicación. Como se puede apreciar en el gráfico, China atravesó muy pocos cambios con respecto a las transformaciones políticas, económicas y de gobernanza que evalúa el BTI. En ninguna de las tres dimensiones se puede observar una tendencia clara, habiendo oscilado las puntuaciones entre diferencias de menos de un punto desde el BTI 2006. Mientras el estado de economía y la gobernanza china fueron evaluados con puntuaciones medianas, la inexistente apertura democrática hizo que China se posicione en la última categoría del BTI en su transformación política.

EL ESTADO DE LA TRANSFORMACIÓN POLÍTICA. Desde el inicio de la evaluación del BTI, China siempre ha sido categorizada como autocracia de línea dura. Efectivamente, aunque el sistema chino se proclama como tal, este no constituye una democracia. En este sentido, el BTI refleja este hecho demostrando la falta de oportunidades de participación política del pueblo chino: este no puede elegir a sus representantes políticos en elecciones libres y justas; y tampoco posee los derechos de asamblea y asociación ni de libertad de expresión característicos de una democracia pluralista.

Además, dicho sistema ha sido calificado como autocrático por la falta de separación de los poderes. El poder está altamente concentrado en el Partido Comunista de China (PCC), que es superior al pueblo, a la Constitución y a la ley.  En esta línea, no debería sorprender que China haya recibido el puntaje más bajo (de un punto) en los indicadores separación de poderes y elecciones libres y justas durante la última década. Similarmente, la inexistencia de instituciones democráticas y el sistema de partido único explican la constante evaluación mínima en los indicadores que remiten a estos aspectos de las democracias.

Sin embargo, dicha categorización de China no solo se debe a la falta de instituciones democráticas, sino también al carácter autocrático reflejado en violaciones de derechos humanos y la interferencia del Estado en los derechos civiles, a pesar de las garantías constitucionales existentes. Aquí el BTI ha observado un deterioro en el desempeño chino, reduciendo el puntaje del indicador de derechos civiles de tres a un solo punto entre el 2006 y 2024. En efecto, los informes del BTI señalan el abuso y la tortura de prisioneros, la discriminación política y económica de minorías étnicas y el trabajo forzoso para justificar los puntajes bajos. En el BTI 2024, este indicador por primera vez se califica con el puntaje mínimo, un descenso que se atribuye a medidas como la estricta política de confinamiento durante la pandemia de COVID-19, la represión de abogados de derechos humanos, y el encarcelamiento de más de un millón de personas en los eufemísticamente denominados “centros de reeducación” en Xinjiang. Bajo su sistema legal de anti-terrorismo, que incluye tipificaciones imprecisas de terrorismo y extremismo, Beijing priva allí arbitrariamente de su libertad a miembros de la minoría uigur y otras minorías musulmanas. Según varios testimonios e investigaciones periodísticas, de organizaciones de derechos humanos y de la ONU, este sistema conlleva graves violaciones de derechos humanos e incluye el maltrato y la tortura de reclusos.

Desde el inicio del BTI, China no ha superado el puntaje de 2.7 en lo que respecta la participación política, el Estado de derecho, las instituciones democráticas y la integración social y política. A pesar de esto, el Estado de la Democracia de China ha mantenido un promedio superior a tres (véase en el gráfico), lo que se debe principalmente a que el Estado-nación y sus estructuras de poder están, desde luego, establecidos. De este modo, no se observan desafíos significativos al monopolio de la fuerza, las instituciones del Estado se rigen por el laicismo, y la estructura administrativa de China permite el abastecimiento de los servicios públicos básicos. Por lo tanto, China fue calificada con puntuaciones constantes y altas (por encima de 8) en esta área. Por su parte, solamente la puntuación correspondiente a la identidad de Estado sufrió un descenso en las últimas dos ediciones del BTI. Esto se debe a la creciente rigurosidad del gobierno al aplicar políticas asimilacionistas que reprimen a las minorías étnicas y generan tensiones entre ellas y la mayoría Han.

Finalmente, aunque el Estado de Democracia de China en el BTI ha sido sujeto a muy pocas modificaciones a lo largo del análisis de estos informes, parece que estos cambios han coincidido con la llegada al poder de Xi Jinping. Esto se debe a que la suma de concentración del poder en su persona durante los últimos años llevó al deterioro del Estado de Democracia, más pronunciado en los indicadores que aluden a la identidad de Estado, los derechos civiles y políticos, y al compromiso con las instituciones democráticas. Adicionalmente, la leve mejora en el BTI de 2020 se atribuye a los éxitos de la campaña contra la corrupción que empezó Jinping.

EL ESTADO DE LA TRANSFORMACIÓN ECONÓMICA. En la parte económica, desde la década del ’80 en adelante, China se caracterizó por ser una economía capitalista, pero con “características chinas”. La utilización de este término se debe a que presenta intenciones de expandirse internacionalmente y, a la vez, pretende preservar su seguridad económica a través de un régimen autoritario y proteccionista.

De esta manera, los informes del BTI demuestran cómo la organización del mercado chino está intervenida por el Partido Comunista Chino (PCCh). En efecto, esto se puede observar en la notoria falta de modificaciones en el tiempo, en el cual los puntajes del respectivo indicador oscilan alrededor del promedio de 5.6. Esto es particularmente cierto en la asimetría de acceso a capitales que tienen las empresas privadas y las públicas: las primeras tienen más barreras legales para obtener préstamos que aquellas conectadas con el gobierno. Por otra parte, superficialmente, el gobierno chino quiere aparentar internacionalmente que se están elaborando planes para frenar esta suerte de monopolios por parte de las empresas públicas. Es así como en el 2004 se estableció una Oficina Antimonopolio del Ministerio de Comercio, y en el 2006 se legisló una ley antimonopolio, aunque ambas medidas no tuvieron el éxito esperado. Especialmente, luego de la crisis del 2008, el PCCh impuso barreras más proteccionistas para con las empresas e inversiones privadas, cuyas consecuencias pueden verse en la actualidad.

Por otra parte, aunque los informes del BTI denotan una estabilidad en su puntuación (6.0), el sistema bancario de Beijing no corre con mejor suerte. Esto es consecuencia de que el Estado chino es dueño de los principales bancos y que su intervencionismo dificulta que se lleven adelante las reformas necesarias en este sistema. En este sentido, es importante recordar que, dada la ausencia de marcos legales-regulatorios, entre el 40-50% de los préstamos otorgados por estos bancos no rendían ganancias a futuro y, consecuentemente, estas instituciones bancarias terminaban endeudándose. En esta línea, la solución a este problema no parece ser tan clara ya que, en general, este tipo de operaciones ocurren en el sector informal de la economía.

Por su parte, la liberalización del intercambio internacional de China se expandió cuando se integró a la Organización Mundial de Comercio (OMC). En esta línea, según las puntuaciones del BTI 2006, la evaluación de China en el respectivo indicador tiene un promedio de 7.7. De esta forma, Beijing pudo implementar tratados de libre comercio e incrementar el volumen de sus relaciones bilaterales y multilaterales en foros como el de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y los BRICS. A su vez, si bien estas políticas disminuyeron la intervención estatal y fomentaron los lazos con distintos países del bloque Occidental, el PCCh continúa teniendo el monopolio de la toma de decisiones. En efecto, esto explica la poca variación de su puntaje en los informes.

En cuanto al régimen de bienestar chino, se demuestra que hubo un pequeño aumento en su puntuación desde el BTI 2010, sin embargo, en la media sigue alrededor de 5 puntos. Esto se debe a que existen dos cuestiones que continúan siendo problemáticas: las brechas socioeconómicas y las étnicas. En esta línea, las primeras refieren a las dificultades de acceso salariales, sanitarias y educativas que tiene la población rural respecto de la urbana; y, las segundas, remiten a cómo aquellos individuos que no pertenecen a la comunidad Han de China- como los uigures y los tibetanos- son mayormente discriminados por parte del gobierno chino. 

Por último, se cree pertinente finalizar esta sección con los efectos de las políticas económicas del COVID-19. En esta línea, China fortaleció sus políticas proteccionistas para con el exterior, reduciendo así sus exportaciones y reservas extranjeras. Si bien su objetivo fue incentivar el consumo doméstico e implementar políticas favorables para la infraestructura nacional, esto no tuvo mucho éxito: actualmente Beijing está llevando adelante distintos programas para recuperar la confianza de inversores extranjeros y recuperar parte de sus reservas perdidas.

EL ÍNDICE DE GOBERNANZA. Como se mencionó anteriormente, la gobernanza china es un tanto distinta a la que se puede observar en los países democráticos: en Beijing el sistema político es autoritario y unipartidista. De este modo, el liderazgo del gobierno chino no busca transformaciones democráticas sino que se rige por otra lógica, lo que incide en la calificación del BTI de su calidad de gobernanza. Esta fue categorizada como moderada a lo largo del análisis de los informes ya que existen algunas deficiencias. Particularmente, aquello relacionado con las dificultades en la coordinación vertical entre el gobierno central y sus subordinados locales, la corrupción y clientelismo, la escasa inserción de la opinión pública en los procesos de decision-making y la falta de credibilidad de China a nivel internacional.

En primer lugar, el gobierno chino generalmente logra perseguir sus principales prioridades políticas con efectividad, basando su toma de decisión en: la evaluación del impacto de políticas pasadas, la planificación estratégica a largo plazo y en prácticas comprobadas en otras partes del mundo. De esta manera, el liderazgo chino recibe asesoramiento externo en materias legislativas y presupuestarias. A su vez, el liderazgo chino mostró la capacidad y voluntad de reconocer los impactos negativos de la priorización estricta del desarrollo económico sobre la distribución de la riqueza y el medio ambiente.

En efecto, el BTI examina estos factores bajo el criterio de capacidad de dirección, el cual subió en su puntuación entre el BTI 2020 y 2022. Sin embargo, cabe recordar que las prioridades políticas chinas se limitan a los ámbitos sociales y económicos. Es decir, no se pretende la apertura democrática sino, por el contrario, contrarrestar estas tendencias y consolidar la hegemonía del partido único. Además, el manejo de la situación pandémica y el desconocimiento de errores cometidos fue calificado como un retroceso en la tendencia positiva de la dirección gubernamental, por lo cual el puntaje medio en esta área bajó un punto a 6.7 en el BTI 2024.

En segundo lugar, existen consensos básicos dentro de China, cuya estabilidad se refleja en el puntaje promedio del BTI (4.1). En este sentido, la población cree en el armado de una economía de mercado socialista; y afirma que la soberanía nacional, la defensa y el mantenimiento de la integridad territorial, y el crecimiento económico deberían ser los pilares de la agenda gubernamental. Adicionalmente, parte de la ciudadanía china considera que la democracia occidental no debería ser una opción de régimen político. Por otra parte, esta población también presenta clivajes sociales: el primero alude a la desigualdad socioeconómica entre los habitantes rurales y urbanos, como así también entre las regiones costales más desarrolladas del este y las partes occidentales del territorio. A su vez, el segundo remite a las discriminaciones hacia las minorías, como las uigures y tibetanas, que no forman parte de la cultura Han. Por último, no debería sorprender que China reciba el puntaje mínimo (1.0) en el indicador de actores antidemocráticos a partir del BTI 2016. En efecto, el principal actor antidemocrático es el mismo gobierno chino y es este el que reprime verbal, virtual y físicamente las expresiones populares cuando estas resultan problemáticas para el funcionamiento político del partido.

En tercer lugar, la cooperación internacional tiene un papel importante para el PCCh y, en general, esto se ve reflejado en su promedio estable y progresivo del BTI (6.5). Esto puede observarse en los principios de los 2000, cuando China buscó el apoyo de instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Posteriormente, el gigante asiático embarcó en otras organizaciones como los BRICS y coordinó la creación de la Ruta de la Seda para fortalecer su liderazgo internacional. En esta línea, si bien se posiciona como un buen socio comercial, este no cumple y -peor aún- cuestiona las normas internacionales. Es así como Occidente denuncia que China no satisface los requisitos de liberalización económica de la OMC y genera, en consecuencia, una asimetría de poder en detrimento de este bloque. Adicionalmente, existen señalamientos acerca de las violaciones de los derechos humanos y la ausencia de una apertura democrática. Por último, la cooperación regional en el marco de la ASEAN se ve obstruida por dos motivos: el plan de modernización militar chino y su avance económico. Estas cuestiones tensionan aún más las disputas territoriales en la zona, particularmente las referentes a Taiwán y al Mar del Sur de China.

CONCLUSIÓN. Para finalizar es necesario recordar que todas las decisiones tomadas por China deben leerse en línea con su competencia con Estados Unidos y su continuo desafío al orden liberal internacional. Adicionalmente, la centralización del poder de Xi Jinping y el historial autocrático del PCCh dificultan cualquier posibilidad de transformación en torno a las temáticas tratadas por los informes del BTI. La idea de que una potencia pueda tener una “economía de mercado” mientras que su régimen político es uno autoritario cuestiona todas las bases ideológicas que gobiernan el sistema internacional desde 1989. 

Gina Picco  y Dorothea Krueger
Gina Picco y Dorothea Krueger
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