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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
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María Corina Machado se abraza a los nuevos cruzados
Acompañar e impulsar pronunciamientos de condena al régimen de Caracas, como muchos lo venimos haciendo, no nos impide advertir que esa alianza estratégica de carácter transatlántico que Machado ratificó con su discurso en Madrid es nociva para cualquier ideal de proyecto democrático.Por Rubén Chababo
Cumbre ultraconservadora en Madrid, España, el 8 de febrero, 2025. Foto: REUTERS/Ana Beltran en https://www.clarin.com/opinion/maria-corina-machado-abraza-nuevos-cruzados_0_517O2nvLNs.htmlComo si se tratara de un aquelarre, similar a aquellos a los que Goya le dedicó imágenes en su célebre serie negra, hace unos días atrás tuvo lugar en Madrid la Cumbre de los Patriotas, una reunión de los representantes de los partidos y agrupaciones de la ultraderecha europea cuyo anfitrión fue Santiago Abascal, líder de VOX. Casi ninguno de los nombres más sobresalientes de la escena reaccionaria europea faltó al encuentro. Allí estuvieron el húngaro Viktor Orbán, la francesa Marine Le Pen, el italiano Mateo Salvini, el portugués André Ventura, el polaco Krzysztof Bosak, el checo Petr Macinka, la griega Afroditi Latinopoulou y el estonio Martín Helme, entre otros. Todos, absolutamente todos los allí presentes se dedicaron, a lo largo de dos jornadas, a reivindicar ideas xenófobas y racistas, a enfatizar el “nativismo”, a alertar la amenaza del “gran reemplazo” y por ende, a combatir a cualquier precio la inmigración, a denunciar las políticas de respeto a las diversidades identitarias que durante años fueron, en muchos de esos países, una marca orgullosamente distintiva, a defender los valores de la familia tradicional, a recuperar las tradiciones de una Europa de exclusiva fe cristiana, y a reivindicar un nacionalismo de cuño ultramontano. En otras palabras, fue el orden político surgido de las ruinas de la Segunda Guerra y cuyos conceptos clave fueron democracia, derechos humanos, Estado de derecho, libertad de prensa, pluralismo e integración los que estuvieron en el centro de los ataques de los participantes de esta Cumbre.
Siendo España el país anfitrión, no faltó en esa Cumbre la celebración entusiasta del franquismo, como tampoco los discursos que arremetieron de manera virulenta contra la Organización Mundial de la Salud y la Corte Penal Internacional, encargada de juzgar graves crímenes de guerra y violaciones a los Derechos humanos en la escena global.
Sin embargo, no fueron solo europeas las voces que allí se escucharon. Javier Milei estuvo presente haciendo llegar un breve mensaje fiel a su estilo monosilábico y gutural, antecedido por uno más extenso de la venezolana María Corina Machado, quien desde hace años lidera las denuncias de las violencias que el régimen de Maduro despliega sobre su sociedad civil. María Corina Machado agradeció en su mensaje, en un tono casi servil, como si ya fuera parte de esa hermandad ideológica, en la persona de Santiago Abascal, a todos los participantes.
Es cierto que, salvo escasas excepciones, el amplio espectro del progresismo cuyas puertas ella ha golpeado a lo largo de estos años, ha desoído su reclamo para que cese la violencia que ejerce la dictadura venezolana, ya sea minimizando sus violencias y hasta justificándolas, pero de allí a agradecer con amabilidad y reconvención a los integrantes de la Cumbre por el apoyo a su causa democrática no puede ser leído más que como una claudicación de los principios e ideales que dice encarnar en su lucha.
Acompañar e impulsar pronunciamientos de condena al régimen de Caracas, como muchos lo venimos haciendo, no nos impide advertir que esa alianza estratégica de carácter transatlántico que Machado ratificó con su discurso en Madrid es nociva para cualquier ideal de proyecto democrático, porque las bases programáticas e ideológicas de la totalidad de las representaciones políticas que abrazaron su prédica y a las que ella se abrazó emocionada, hunden sus fundamentos en lo más oscuro y rancio de la tradición política y social europea del siglo XX.
Si es junto a esos nuevos cruzados que Machado sueña refundar los ideales republicanos de la futura Venezuela, habría que avisarle que un estado democrático es mucho más que un país con elecciones libres sin presos políticos y sin represión estatal. Y que si sus modelos ideológicos van a ser Abascal, Orbán y Le Pen, sería mejor que, por la fortaleza de la futura democracia venezolana, le entregue las banderas de esa lucha a alguien que pueda liderar con dignidad ese proceso, sin que ese alguien se sienta tentado de caer, como ha caído ella, en los amables brazos de los nostálgicos del fascismo y el nacionalsocialismo.
Rubén ChababoConsejero AcadémicoProfesor en Letras por la Universidad Nacional de Rosario donde dicta anualmente el Seminario sobre Memoria y Derechos Humanos. Es docente y miembro del Consejo académico de la Maestría de Estudios Culturales dependiente de la Universidad Nacional de Rosario y fue integrante del Consejo Asesor Internacional del Centro Nacional de Memoria Histórica de Bogotá (Colombia). Ha dictado cursos y conferencias en diferentes universidades nacionales y extranjeras en torno a los dilemas de la memoria en la escena contemporánea. Entre 2002 y 2014 fue Director del Museo de la Memoria de la ciudad de Rosario, una de las primeras instituciones museológicas dedicadas a abordar el tema del Terrorismo de Estado en la Argentina. Se desempeñó también como Director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Rosario. Es Director del Museo Internacional para la Democracia.
Como si se tratara de un aquelarre, similar a aquellos a los que Goya le dedicó imágenes en su célebre serie negra, hace unos días atrás tuvo lugar en Madrid la Cumbre de los Patriotas, una reunión de los representantes de los partidos y agrupaciones de la ultraderecha europea cuyo anfitrión fue Santiago Abascal, líder de VOX. Casi ninguno de los nombres más sobresalientes de la escena reaccionaria europea faltó al encuentro. Allí estuvieron el húngaro Viktor Orbán, la francesa Marine Le Pen, el italiano Mateo Salvini, el portugués André Ventura, el polaco Krzysztof Bosak, el checo Petr Macinka, la griega Afroditi Latinopoulou y el estonio Martín Helme, entre otros. Todos, absolutamente todos los allí presentes se dedicaron, a lo largo de dos jornadas, a reivindicar ideas xenófobas y racistas, a enfatizar el “nativismo”, a alertar la amenaza del “gran reemplazo” y por ende, a combatir a cualquier precio la inmigración, a denunciar las políticas de respeto a las diversidades identitarias que durante años fueron, en muchos de esos países, una marca orgullosamente distintiva, a defender los valores de la familia tradicional, a recuperar las tradiciones de una Europa de exclusiva fe cristiana, y a reivindicar un nacionalismo de cuño ultramontano. En otras palabras, fue el orden político surgido de las ruinas de la Segunda Guerra y cuyos conceptos clave fueron democracia, derechos humanos, Estado de derecho, libertad de prensa, pluralismo e integración los que estuvieron en el centro de los ataques de los participantes de esta Cumbre.
Siendo España el país anfitrión, no faltó en esa Cumbre la celebración entusiasta del franquismo, como tampoco los discursos que arremetieron de manera virulenta contra la Organización Mundial de la Salud y la Corte Penal Internacional, encargada de juzgar graves crímenes de guerra y violaciones a los Derechos humanos en la escena global.
Sin embargo, no fueron solo europeas las voces que allí se escucharon. Javier Milei estuvo presente haciendo llegar un breve mensaje fiel a su estilo monosilábico y gutural, antecedido por uno más extenso de la venezolana María Corina Machado, quien desde hace años lidera las denuncias de las violencias que el régimen de Maduro despliega sobre su sociedad civil. María Corina Machado agradeció en su mensaje, en un tono casi servil, como si ya fuera parte de esa hermandad ideológica, en la persona de Santiago Abascal, a todos los participantes.
Es cierto que, salvo escasas excepciones, el amplio espectro del progresismo cuyas puertas ella ha golpeado a lo largo de estos años, ha desoído su reclamo para que cese la violencia que ejerce la dictadura venezolana, ya sea minimizando sus violencias y hasta justificándolas, pero de allí a agradecer con amabilidad y reconvención a los integrantes de la Cumbre por el apoyo a su causa democrática no puede ser leído más que como una claudicación de los principios e ideales que dice encarnar en su lucha.
Acompañar e impulsar pronunciamientos de condena al régimen de Caracas, como muchos lo venimos haciendo, no nos impide advertir que esa alianza estratégica de carácter transatlántico que Machado ratificó con su discurso en Madrid es nociva para cualquier ideal de proyecto democrático, porque las bases programáticas e ideológicas de la totalidad de las representaciones políticas que abrazaron su prédica y a las que ella se abrazó emocionada, hunden sus fundamentos en lo más oscuro y rancio de la tradición política y social europea del siglo XX.
Si es junto a esos nuevos cruzados que Machado sueña refundar los ideales republicanos de la futura Venezuela, habría que avisarle que un estado democrático es mucho más que un país con elecciones libres sin presos políticos y sin represión estatal. Y que si sus modelos ideológicos van a ser Abascal, Orbán y Le Pen, sería mejor que, por la fortaleza de la futura democracia venezolana, le entregue las banderas de esa lucha a alguien que pueda liderar con dignidad ese proceso, sin que ese alguien se sienta tentado de caer, como ha caído ella, en los amables brazos de los nostálgicos del fascismo y el nacionalsocialismo.
