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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

23-04-2018

El nuevo informe de Freemuse y la represión a la libertad de expresión en Rusia

En un país donde prácticamente no existe la libertad de expresión es muy difícil para los artistas poder expresar sus opiniones disidentes al gobierno. Además, la iglesia ortodoxa controla que todo aquello que se exhibe sea «adecuado» según sus propios valores.
Por Ariadna Hraste

Alarmante sería la palabra adecuada para describir el nuevo informe de Freemuse sobre la libertad artística en el mundo. Alarmante que en el 2018, pleno siglo XXI, hayan gobiernos que censuren el arte, y que tengan la completa impunidad para reprimir aquellas expresiones que no les complazcan.

En un Estado en donde prácticamente no existe la libertad de expresión, es muy difícil para los artistas poder expresar sus opiniones disidentes al gobierno. El control y monitoreo del régimen de Vladimir Putin alcanza niveles extraordinarios, siendo que ni siquiera internet se salva de sus garras. Mientras las expresiones artísticas se encuentren en armonía con los intereses del Estado, son aceptadas y hasta exhibidas. Pero cuando muestran la realidad que el gobierno trata de ocultar, es hora de eliminarlas.

La expresión artística es un problema en Rusia… a menos que sirva a los fines del gobierno. Según palabras de Dmitri Peskov, portavoz del presidente Putin: “Si el Estado da dinero para una producción, el Estado tiene derecho a determinar su temática”. Quizá haya que regalarle un diccionario al señor Peskov para que busque la palabra “libertad”. Esto ocurre en los casos relacionados con el conflicto de Crimea, en donde el Estado apoya proyectos propagandísticos que respaldan a los separatistas y la anexión rusa de Crimea. Un ejemplo de esto es el film Crimea, el cual fue financiado por el Ministerio de Defensa y difundido por todos lados. Por el otro lado, el film ucraniano Polet Poli, el cual habla sobre voluntarios de derecha ucranianos que pelearon en el este de dicho país en el 2014, no es de agrado para el gobierno ruso, y han interrumpido la película durante el festival Artdokest en Moscú, incluso amenazado a la audiencia.

Pero la represión artística no sólo es sustentada por el gobierno, sino también por la Iglesia Ortodoxa, como en el caso de Jock Sturges, quien sufrió múltiples ataques a su exposición de fotos, incluidas acusaciones de pedofilia y hasta lanzamientos de frascos orina. Su exposición en Moscú fue cancelada. La Iglesia Ortodoxa se encuentra inmiscuida en prácticamente todos los ámbitos en la Federación Rusa, incluso en el arte, determinando qué es aceptable y qué no debería exhibirse porque no lo encuentran moralmente admisible.

Quizá uno de los casos más preocupante fueron los ataques realizados contra la película del director Alexei Uchitel, Matilda. Dicha película habla sobre la relación amorosa entre el último emperador ruso, Nicolás II, y la bailarina de ballet, Matilda Kshesinskaya. Dicha película, retrato de la realidad, ha resultado insultante para la Iglesia Ortodoxa, quienes tienen a Nicolás II como un Santo canonizado. Por lo tanto, el film sufrió una serie de agravios para evitar que sea exhibida en los cines, festivales, o que simplemente salga a la luz. Entre los múltiples ataques perpetuados, pueden mencionarse las amenazas recibidas por el director del film, las bombas Molotov lanzadas al estudio, el incendio de dos autos frente al estudio del abogado del director Uchitel, y el caso en donde un camión cargado de bidones de gas arremetió contra el pórtico de un cine que estaba por transmitir el film. Los actores, temiendo por sus vidas, se rehusaban a asistir a los premieres de la película. La pregunta de “¿Por qué no se tomaron acciones más firmes contra los atacantes?” ronda por la cabeza de todos.

Por lo tanto, es importante destacar que nos encontramos ante un Estado en el que la libertad de expresión se encuentra restringida por un gobierno dictatorial y una iglesia que controla que todo aquello que se exhibe sea “adecuado” según sus propios valores. Un Estado en donde, si alguien pinta fuera de la línea, es detenido, reprimido, y quizá peor.

Ariadna Hraste
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