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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
La omnipotencia del régimen autoritario de Berdimuhamedov en Turkmenistán
A pesar de lo previsto en la Constitución de 1992 - que reconocía a Turkmenistán como una república presidencialista, democrática, con división de poderes, con garantías de derechos políticos y libertades a los ciudadanos- se estableció un régimen autoritario fortalecido con el monopolio del uso de la fuerza expandido por todo el territorio y la masiva persecución.Por Ludmila González Cerulli
En Turkmenistán, 5.400.000 personas tienen el hábito impuesto de rendir culto a Gurbanguly Berdimuhamedov desde su llegada al poder en 2007. El mandatario domina los principales cargos a nivel local, regional e internacional. A la par de la presidencia, también es presidente del gabinete de ministros, del Consejo de Seguridad del Estado de Turkmenistán y comandante supremo de militares. Estas particularidades configuran un aparato de represión fuertemente instalado, donde cualquiera que desafíe su discurso paga - en carne propia- las consecuencias de inmediato. Corrupción, crisis económica, impago de sueldos al personal de empresas estatales, irregularidades en los procesos electorales, desapariciones forzadas y violaciones generalizadas del derecho a la vivienda construyen la realidad actual que vive la sociedad.
Freedom House califica a Turkmenistán como Estado no libre según su último informe. Las elecciones en febrero de 2017 revelan en parte el merecido puntaje. Cuando Berdimuhamedov aseguró su tercera ronda en el gobierno con el 97,7% de los votos no fue una sorpresa. De hecho, Human Rights Watch menciona que la misión de evaluación de la Oficina de Instituciones Democráticas y de Derechos Humanos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) señaló que el proceso se había realizado en un entorno político sumamente controlado, carente de pluralismo y de la independencia de los medios. Ni siquiera se aceptó la petición de los trece expertos de Naciones Unidas para acceder al país a lo largo del año.
Los esfuerzos por simpatizar con la comunidad internacional, atraer inversores para proyectos de infraestructura e industriales y modificar los rasgos soviéticos ligados a la tradicional reputación de Turkmenistán, son prioridades en la agenda de Berdimuhamedov. Pero puertas adentro, la democracia continúa en una víspera chiclosa que jamás pasa a la novedad. El culto a la personalidad del presidente es un “must do” y se traduce en canciones de alabanza, poemas en las páginas de los medios gráficos, retratos en los colegios, una estatua en su honor en la capital Ashgabat, difusión de su trabajo académico en los medios e, incluso, en clases de literatura, conferencias y seminarios.
A pesar de lo previsto en la Constitución de 1992 - que reconocía a Turkmenistán como una república presidencialista, democrática, con división de poderes, con garantías de derechos políticos y libertades a los ciudadanos- se estableció un régimen autoritario fortalecido con el monopolio del uso de la fuerza expandido por todo el territorio y la masiva persecución. Las oportunidades son sólo propiedad de los aliados; aquellos que no cuajan o asumen las condiciones de Berdimuhamedov quedan en orsai y esto genera una cadencia alta en la rotación de funcionarios que acarrea sobornos, nepotismo y- por qué no- favoritismo.
El informe de Bertelsmann Stiftung evidencia desde múltiples dimensiones la justificación para dicha nomenclatura de “no libre”. Primero el caso del derecho de las minorías, las comunidades rusa, uzbeka, kazaja, baluchi y kurda se encuentran circunscriptas en materia de libertad de movimiento dentro del país, egreso e ingreso, acceso a la administración pública y parlamentaria, órganos administrativos regionales y locales, también los servicios sociales y la educación. Luego, la presencia de listas negras por infinidad de motivos. El factor común es la crítica al gobierno y se estima que alrededor de 40.000 personas la integran. En cuanto a la práctica de la libertad religiosa en un país secularizado, existe un acentuado control por parte del Consejo de Asuntos Religiosos (CRA) mediante el cual el Estado evita la promulgación y el conocimiento de religiones; más allá de haber sido reconocidas oficialmente- porque aquellas no registradas están prohibidas-, el Islam, la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Católica Apostólica Romana padecen acoso debido a la tentativa amenaza que representan para Berdimuhamedov.
El Partido Demócrata, el Partido Agrario, el Partido de Industriales y Empresarios integran el total de la oposición. Pero ésta no tiene un peso relevante que haga frente al gobierno. Pues, sus líderes, son cercanos a Berdimuhamedov, proporcionan una pluralidad súper teórica y, en verdad, actúan como agentes que obstruyen la viabilidad de un sistema multipartidista en democracia. Las condiciones de participación política son estrictas y limitan a gran cantidad de candidatos que viven en Moscú, Oslo y Viena a través de requisitos excluyentes difíciles de alcanzar: residir en Turkmenistán, haber trabajado en el sector público durante los últimos quince años y tener 50.000 firmas que respalden su nominación. Por otro lado, las organizaciones no gubernamentales también afrontan barreras, a pesar de tener un marco legal que contempla su ejercicio, éste se encuentra ausente en la realidad y la mayoría de las 300 organizaciones civiles registradas reciben directivas del Estado. Este conglomerado de faltas a la integración social y política refleja la subrepresentación de los intereses de la sociedad civil.
Una docena de diarios y revistas, con reducida circulación y vacíos de contenido económico-político significativo, es el universo de medios “independientes” en esta tierra ex soviética. Berdimuhamedov es fundador de casi todos y, además, coordina las publicaciones de una diversidad coartada: discursos presidenciales de sí mismo, declaraciones oficiales, crónicas de actividades estatales, contribuciones publicitarias por parte de los ministerios, empresas e instituciones, ambos de propiedad estatal. La televisión y la radio se manejan con el mismo método. El acceso a Internet es un lujo improbable, donde sólo el 15% de la población hace uso de este servicio con tarifas mensuales muy costosas a cambio de poca banda de conexión, sitios web críticos y redes sociales- completamente- bloqueados. Ni hablar del acceso a medios de comunicación internacionales, de otro planeta.
Pobreza del rule of law. Hay falta de independencia judicial, se ha olvidado qué es la división de poderes, las normas legales mutan a la deriva de la voluntad del mandatario, una lógica procesal desnutrida, nulidad de auditorías, la desaceleración de las investigaciones por causas de corrupción e insinuaciones para renunciar a la doble ciudadanía para quienes poseen la nacionalidad rusa. La violación sistemática de los derechos civiles, pésimas condiciones en las cárceles- hacinamiento, sin higienización ni atención médica -, tortura física y psicológica, abuso y humillación por parte de las fuerzas de seguridad. ¿Qué más queda por nombrar? Urgente, tenemos que verbalizar estos acontecimientos que se burlan de los derechos humanos y hacer que trasciendan todo tipo de fronteras, porque sólo con la difusión podemos erradicar el ocultamiento o, peor aún, la indiferencia.
Ludmila González Cerulli
En Turkmenistán, 5.400.000 personas tienen el hábito impuesto de rendir culto a Gurbanguly Berdimuhamedov desde su llegada al poder en 2007. El mandatario domina los principales cargos a nivel local, regional e internacional. A la par de la presidencia, también es presidente del gabinete de ministros, del Consejo de Seguridad del Estado de Turkmenistán y comandante supremo de militares. Estas particularidades configuran un aparato de represión fuertemente instalado, donde cualquiera que desafíe su discurso paga - en carne propia- las consecuencias de inmediato. Corrupción, crisis económica, impago de sueldos al personal de empresas estatales, irregularidades en los procesos electorales, desapariciones forzadas y violaciones generalizadas del derecho a la vivienda construyen la realidad actual que vive la sociedad.
Freedom House califica a Turkmenistán como Estado no libre según su último informe. Las elecciones en febrero de 2017 revelan en parte el merecido puntaje. Cuando Berdimuhamedov aseguró su tercera ronda en el gobierno con el 97,7% de los votos no fue una sorpresa. De hecho, Human Rights Watch menciona que la misión de evaluación de la Oficina de Instituciones Democráticas y de Derechos Humanos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) señaló que el proceso se había realizado en un entorno político sumamente controlado, carente de pluralismo y de la independencia de los medios. Ni siquiera se aceptó la petición de los trece expertos de Naciones Unidas para acceder al país a lo largo del año.
Los esfuerzos por simpatizar con la comunidad internacional, atraer inversores para proyectos de infraestructura e industriales y modificar los rasgos soviéticos ligados a la tradicional reputación de Turkmenistán, son prioridades en la agenda de Berdimuhamedov. Pero puertas adentro, la democracia continúa en una víspera chiclosa que jamás pasa a la novedad. El culto a la personalidad del presidente es un “must do” y se traduce en canciones de alabanza, poemas en las páginas de los medios gráficos, retratos en los colegios, una estatua en su honor en la capital Ashgabat, difusión de su trabajo académico en los medios e, incluso, en clases de literatura, conferencias y seminarios.
A pesar de lo previsto en la Constitución de 1992 - que reconocía a Turkmenistán como una república presidencialista, democrática, con división de poderes, con garantías de derechos políticos y libertades a los ciudadanos- se estableció un régimen autoritario fortalecido con el monopolio del uso de la fuerza expandido por todo el territorio y la masiva persecución. Las oportunidades son sólo propiedad de los aliados; aquellos que no cuajan o asumen las condiciones de Berdimuhamedov quedan en orsai y esto genera una cadencia alta en la rotación de funcionarios que acarrea sobornos, nepotismo y- por qué no- favoritismo.
El informe de Bertelsmann Stiftung evidencia desde múltiples dimensiones la justificación para dicha nomenclatura de “no libre”. Primero el caso del derecho de las minorías, las comunidades rusa, uzbeka, kazaja, baluchi y kurda se encuentran circunscriptas en materia de libertad de movimiento dentro del país, egreso e ingreso, acceso a la administración pública y parlamentaria, órganos administrativos regionales y locales, también los servicios sociales y la educación. Luego, la presencia de listas negras por infinidad de motivos. El factor común es la crítica al gobierno y se estima que alrededor de 40.000 personas la integran. En cuanto a la práctica de la libertad religiosa en un país secularizado, existe un acentuado control por parte del Consejo de Asuntos Religiosos (CRA) mediante el cual el Estado evita la promulgación y el conocimiento de religiones; más allá de haber sido reconocidas oficialmente- porque aquellas no registradas están prohibidas-, el Islam, la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Católica Apostólica Romana padecen acoso debido a la tentativa amenaza que representan para Berdimuhamedov.
El Partido Demócrata, el Partido Agrario, el Partido de Industriales y Empresarios integran el total de la oposición. Pero ésta no tiene un peso relevante que haga frente al gobierno. Pues, sus líderes, son cercanos a Berdimuhamedov, proporcionan una pluralidad súper teórica y, en verdad, actúan como agentes que obstruyen la viabilidad de un sistema multipartidista en democracia. Las condiciones de participación política son estrictas y limitan a gran cantidad de candidatos que viven en Moscú, Oslo y Viena a través de requisitos excluyentes difíciles de alcanzar: residir en Turkmenistán, haber trabajado en el sector público durante los últimos quince años y tener 50.000 firmas que respalden su nominación. Por otro lado, las organizaciones no gubernamentales también afrontan barreras, a pesar de tener un marco legal que contempla su ejercicio, éste se encuentra ausente en la realidad y la mayoría de las 300 organizaciones civiles registradas reciben directivas del Estado. Este conglomerado de faltas a la integración social y política refleja la subrepresentación de los intereses de la sociedad civil.
Una docena de diarios y revistas, con reducida circulación y vacíos de contenido económico-político significativo, es el universo de medios “independientes” en esta tierra ex soviética. Berdimuhamedov es fundador de casi todos y, además, coordina las publicaciones de una diversidad coartada: discursos presidenciales de sí mismo, declaraciones oficiales, crónicas de actividades estatales, contribuciones publicitarias por parte de los ministerios, empresas e instituciones, ambos de propiedad estatal. La televisión y la radio se manejan con el mismo método. El acceso a Internet es un lujo improbable, donde sólo el 15% de la población hace uso de este servicio con tarifas mensuales muy costosas a cambio de poca banda de conexión, sitios web críticos y redes sociales- completamente- bloqueados. Ni hablar del acceso a medios de comunicación internacionales, de otro planeta.
Pobreza del rule of law. Hay falta de independencia judicial, se ha olvidado qué es la división de poderes, las normas legales mutan a la deriva de la voluntad del mandatario, una lógica procesal desnutrida, nulidad de auditorías, la desaceleración de las investigaciones por causas de corrupción e insinuaciones para renunciar a la doble ciudadanía para quienes poseen la nacionalidad rusa. La violación sistemática de los derechos civiles, pésimas condiciones en las cárceles- hacinamiento, sin higienización ni atención médica -, tortura física y psicológica, abuso y humillación por parte de las fuerzas de seguridad. ¿Qué más queda por nombrar? Urgente, tenemos que verbalizar estos acontecimientos que se burlan de los derechos humanos y hacer que trasciendan todo tipo de fronteras, porque sólo con la difusión podemos erradicar el ocultamiento o, peor aún, la indiferencia.