Artículos
Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Bielorrusia: la dictadura europea del siglo XXI
El poder se encuentra concentrado en manos del presidente Lukashenko, quien logra mantener bajo su control a los poderes legislativo y judicial. Teóricamente, el mandato presidencial debería durar 5 años. Lukashshenko lleva 24 años.Por Ariadna Hraste
La palabra “dictadura” en Europa aún no se ha desvanecido, ya que persiste en uno de sus países más orientales: Bielorrusia. Esta pequeña Rusia blanca no sólo comparte el nombre con su vecina mayor, sino también una serie de características que la vuelven un régimen autoritario y represor. Según el índice de Freedom House, es un país no libre con muy bajos (prácticamente inexistentes) niveles de libertades civiles y políticas.
Alexandr Lukashenko se encuentra en el poder como presidente desde 1994, superando incluso a Vladimir Putin (2000). Esto es posible gracias a las múltiples restricciones que tienen los bielorrusos para poder agruparse y conformar partidos políticos y organizaciones de oposición. La pluralidad y la disidencia no son bienvenidos. A su vez, cualquier tipo de manifestación que se trate de realizar es duramente reprimida por las fuerzas autoritarias, situación que se viene repitiendo desde el 2010. A pesar de que el 2017 fue el primer año en que se registró un movimiento político de oposición fuerte, las legislaciones del país prohíben que se registren y operen libremente.
Por un decreto presidencial realizado en el 2015, el cual establecía un impuesto al desempleo, a principios del año pasado una multitud de personas salieron a la calle a realizar protestas masivas, por lo cual fueron reprimidos y se produjeron arrestos arbitrarios con acusaciones por organizar disturbios. Muchos de los arrestados por las protestas eran activistas políticos y periodistas, a quienes se les impidió siquiera asistir a la protesta, por lo que fueron detenidos antes de llegar a la misma.
La libertad de prensa se ve asediada constantemente. Ejemplo de esto es el hecho de que a principios de este año, el Ministerio de Información bloqueó el sitio de internet de noticias independientes Charter´97. Este sitio es uno de los principales medios en cubrir las noticias que el gobierno trata de ocultar, a la vez que sacando a la luz las múltiples violaciones a los derechos de las personas que se cometen día a día. También sirve como plataforma en donde las personas pueden dar su opinión en contra de lo que les toca vivir (y digo toca, porque nadie puede elegir). Obviamente, ante los ojos del gobierno dictatorial de Lukashenko, este es un conjunto de características que un medio de noticias bielorruso NO debe tener. No vaya a ser que produzca el malestar y disturbios en la sociedad.
A la vez, múltiples periodistas que se expresan a través de internet son detenidos y hasta encarcelados. Resalta dentro de esta categoría el caso de Stsyapan Svyatlou, un bloguero de 19 años que ni siquiera se define como un activista, sino como alguien que simplemente escribió lo que pensaba de Lukashenko. Demás está decir que esto no agradó al susodicho, y terminó siendo investigado a profundidad (es decir, le dieron vuelta hasta la casa). Actualmente corre riesgo de enfrentar un caso criminal.
Bielorrusia no solo ejerce una mano dura con sus ciudadanos, sino que tampoco tiene consideración con aquellas personas que ingresan en busca de asilo. Usualmente las autoridades devuelven a todas estas personas desamparadas a los mismos gobiernos autoritarios de los cuales huyeron en primer lugar. Cabe mencionar como ejemplo, según el informe de Amnistía Internacional, el de Imran Salamov, quien había buscado refugio en Bielorrusia porque alegaba que en Chechenia, su lugar de procedencia, era torturado repetidamente. Las autoridades, sin embargo, lo devolvieron, y desde entonces se desconoce su paradero.
A pesar de poseer una constitución que garantiza las instituciones democráticas, promete basarse en la ley y aplicar los principios del derecho internacional, la práctica demuestra todo lo contrario, según el Bertelsmann Transformation Index (BTI). Lamentablemente, el poder se encuentra concentrado en manos del presidente Lukashenko, quien logra mantener bajo su control a los poderes legislativo y judicial. Teóricamente, el mandato presidencial debería durar 5 años. Lukashshenko lleva 24 años. A su vez, el presidente elige a un Primer Ministro que, nuevamente en teoría, es la cabeza del gobierno, pero que en la práctica no es sino otro títere bajo el control del “presidente”.
Siendo conocida Bielorrusia como el “perro faldero” de Rusia, actualmente este título se encuentra en duda. Siempre de acuerdo con lo que su hermana mayor decide, respaldándola en el continente europeo, e incluso celebrando el día de la Revolución Rusa de Octubre, Belarús fue feliz recibiendo recursos tanto económicos como naturales, mientras que a Lukashenko también le servía como legitimador de su régimen. Pero con la creciente inestabilidad rusa, que cada vez está menos dispuesta a dirigir recursos para sostener el socialismo bielorruso, el gobierno de Lukashenko está comenzando a girar hacia el Oeste, lo cual implicaría que mejoren su hasta ahora inexistente democracia si su interés es negociar con países que sí lo son. Por el momento, Bielorrusia tiene un pequeño pie dentro de Occidente, y otro dentro de Oriente. Queda esperar que algo de la influencia de las instituciones democráticas de Occidente pueda influir en esta última dictadura europea.
Ariadna Hraste
La palabra “dictadura” en Europa aún no se ha desvanecido, ya que persiste en uno de sus países más orientales: Bielorrusia. Esta pequeña Rusia blanca no sólo comparte el nombre con su vecina mayor, sino también una serie de características que la vuelven un régimen autoritario y represor. Según el índice de Freedom House, es un país no libre con muy bajos (prácticamente inexistentes) niveles de libertades civiles y políticas.
Alexandr Lukashenko se encuentra en el poder como presidente desde 1994, superando incluso a Vladimir Putin (2000). Esto es posible gracias a las múltiples restricciones que tienen los bielorrusos para poder agruparse y conformar partidos políticos y organizaciones de oposición. La pluralidad y la disidencia no son bienvenidos. A su vez, cualquier tipo de manifestación que se trate de realizar es duramente reprimida por las fuerzas autoritarias, situación que se viene repitiendo desde el 2010. A pesar de que el 2017 fue el primer año en que se registró un movimiento político de oposición fuerte, las legislaciones del país prohíben que se registren y operen libremente.
Por un decreto presidencial realizado en el 2015, el cual establecía un impuesto al desempleo, a principios del año pasado una multitud de personas salieron a la calle a realizar protestas masivas, por lo cual fueron reprimidos y se produjeron arrestos arbitrarios con acusaciones por organizar disturbios. Muchos de los arrestados por las protestas eran activistas políticos y periodistas, a quienes se les impidió siquiera asistir a la protesta, por lo que fueron detenidos antes de llegar a la misma.
La libertad de prensa se ve asediada constantemente. Ejemplo de esto es el hecho de que a principios de este año, el Ministerio de Información bloqueó el sitio de internet de noticias independientes Charter´97. Este sitio es uno de los principales medios en cubrir las noticias que el gobierno trata de ocultar, a la vez que sacando a la luz las múltiples violaciones a los derechos de las personas que se cometen día a día. También sirve como plataforma en donde las personas pueden dar su opinión en contra de lo que les toca vivir (y digo toca, porque nadie puede elegir). Obviamente, ante los ojos del gobierno dictatorial de Lukashenko, este es un conjunto de características que un medio de noticias bielorruso NO debe tener. No vaya a ser que produzca el malestar y disturbios en la sociedad.
A la vez, múltiples periodistas que se expresan a través de internet son detenidos y hasta encarcelados. Resalta dentro de esta categoría el caso de Stsyapan Svyatlou, un bloguero de 19 años que ni siquiera se define como un activista, sino como alguien que simplemente escribió lo que pensaba de Lukashenko. Demás está decir que esto no agradó al susodicho, y terminó siendo investigado a profundidad (es decir, le dieron vuelta hasta la casa). Actualmente corre riesgo de enfrentar un caso criminal.
Bielorrusia no solo ejerce una mano dura con sus ciudadanos, sino que tampoco tiene consideración con aquellas personas que ingresan en busca de asilo. Usualmente las autoridades devuelven a todas estas personas desamparadas a los mismos gobiernos autoritarios de los cuales huyeron en primer lugar. Cabe mencionar como ejemplo, según el informe de Amnistía Internacional, el de Imran Salamov, quien había buscado refugio en Bielorrusia porque alegaba que en Chechenia, su lugar de procedencia, era torturado repetidamente. Las autoridades, sin embargo, lo devolvieron, y desde entonces se desconoce su paradero.
A pesar de poseer una constitución que garantiza las instituciones democráticas, promete basarse en la ley y aplicar los principios del derecho internacional, la práctica demuestra todo lo contrario, según el Bertelsmann Transformation Index (BTI). Lamentablemente, el poder se encuentra concentrado en manos del presidente Lukashenko, quien logra mantener bajo su control a los poderes legislativo y judicial. Teóricamente, el mandato presidencial debería durar 5 años. Lukashshenko lleva 24 años. A su vez, el presidente elige a un Primer Ministro que, nuevamente en teoría, es la cabeza del gobierno, pero que en la práctica no es sino otro títere bajo el control del “presidente”.
Siendo conocida Bielorrusia como el “perro faldero” de Rusia, actualmente este título se encuentra en duda. Siempre de acuerdo con lo que su hermana mayor decide, respaldándola en el continente europeo, e incluso celebrando el día de la Revolución Rusa de Octubre, Belarús fue feliz recibiendo recursos tanto económicos como naturales, mientras que a Lukashenko también le servía como legitimador de su régimen. Pero con la creciente inestabilidad rusa, que cada vez está menos dispuesta a dirigir recursos para sostener el socialismo bielorruso, el gobierno de Lukashenko está comenzando a girar hacia el Oeste, lo cual implicaría que mejoren su hasta ahora inexistente democracia si su interés es negociar con países que sí lo son. Por el momento, Bielorrusia tiene un pequeño pie dentro de Occidente, y otro dentro de Oriente. Queda esperar que algo de la influencia de las instituciones democráticas de Occidente pueda influir en esta última dictadura europea.