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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Bolivia: Fraude seguido de golpe
Con el conflicto agudizándose y presionado desde múltiples frentes Morales convocó a nuevas elecciones para definir -esta vez de forma transparente- quien iba a ser el próximo presidente. Surge la pregunta de por qué intervinieron las fuerzas militares cuando justo la crisis se estaba acercando a una salida democrática. Y aquí aparece la figura de Luis Camacho.Por CADAL
Parecía una situación imposibilitada de volver al presente, pero en el pasado domingo 10 de noviembre se volvió a ser testigos en la región de un golpe de estado más cercano al modelo tradicional. Bajo el apacible término de “sugerir”, los comandantes de las Fuerzas Armadas bolivianas, siguiendo una ola de levantamientos en las fuerzas de seguridad forzaron la renuncia de Evo Morales. Como ciudadano cada uno puede sugerir lo que quiera, pero si lo hace la institución que ostenta el poder de fuego la situación es distinta y el mensaje es claro.
Hay quienes podrían exclamar que la verdadera ruptura institucional se dio de parte de Morales primero, desconociendo el resultado del referéndum que le impedía volver a presentarse como candidato y luego con el fraude en las elecciones que le siguieron. En relación a esto último, pocas dudas quedan al respecto. La auditoría realizada por la OEA habla de un sinfín de irregularidades y manipulaciones que hacen imposible validar que Morales haya sacado la ventaja suficiente para evitar una segunda vuelta contra el candidato opositor Carlos Mesa.
Con el conflicto agudizándose y presionado desde múltiples frentes Morales convocó a nuevas elecciones para definir -esta vez de forma transparente- quien iba a ser el próximo presidente. Surge la pregunta de por qué intervinieron las fuerzas militares cuando justo la crisis se estaba acercando a una salida democrática. Y aquí aparece la figura de Luis Camacho.
Durante los últimos sucesos, los partidos opositores fueron eclipsados por la radicalidad de alguien que no participó de las últimas ni de ninguna otra elección a lo largo de toda su vida. Luis Camacho es el presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz, una agrupación civil de derecha que nuclea empresarios y otras figuras que siempre fueron acusadas de ser la oligarquía por parte del gobierno de Morales. Al darse las primeras denuncias de fraude Camacho se constituyó como el líder de todo un movimiento opositor que no buscaba otra cosa que entrar por cualquier medio a la Casa de Gobierno, sosteniendo con una mano la biblia y con la otra la bandera nacional para forzar la renuncia de Morales. Cuando de la mano de levantamientos policiales finalmente logró ingresar a la sede gubernamental Evo ya había renunciado, pero no faltó en señal de triunfo la foto con la biblia y la bandera.
Lo que de ahora en más suceda está plagado de incertidumbre. Junto a Morales también renunció su vicepresidente y los presidentes de ambas cámaras legislativas, por lo que se rompió la línea de sucesión. De respetarse las formas, algo que sería la primera vez en toda esta historia, la asamblea legislativa debería reunirse para aceptar la renuncia de Morales y mediante una ley designar entre ellos un sucesor que se encargaría de que en un plazo de 90 días se celebren elecciones sin proscripciones y con total normalidad. Aunque no todos tienen eso en mente, Camacho ya adelantó que se debería formar una junta de gobierno con los mandos militares y policiales.
En cuanto a lo inmediato, lo urgente es evitar que surjan más actos de violencia por parte de la oposición radical contra los miembros del ex oficialista Movimiento al Socialismo (MAS). Ante la más que agitada polarización ni siquiera la integridad física de Morales está a salvo, y la comunidad internacional debería condenar el golpe con la misma energía que insistió para que se hagan nuevas elecciones.
Parecía una situación imposibilitada de volver al presente, pero en el pasado domingo 10 de noviembre se volvió a ser testigos en la región de un golpe de estado más cercano al modelo tradicional. Bajo el apacible término de “sugerir”, los comandantes de las Fuerzas Armadas bolivianas, siguiendo una ola de levantamientos en las fuerzas de seguridad forzaron la renuncia de Evo Morales. Como ciudadano cada uno puede sugerir lo que quiera, pero si lo hace la institución que ostenta el poder de fuego la situación es distinta y el mensaje es claro.
Hay quienes podrían exclamar que la verdadera ruptura institucional se dio de parte de Morales primero, desconociendo el resultado del referéndum que le impedía volver a presentarse como candidato y luego con el fraude en las elecciones que le siguieron. En relación a esto último, pocas dudas quedan al respecto. La auditoría realizada por la OEA habla de un sinfín de irregularidades y manipulaciones que hacen imposible validar que Morales haya sacado la ventaja suficiente para evitar una segunda vuelta contra el candidato opositor Carlos Mesa.
Con el conflicto agudizándose y presionado desde múltiples frentes Morales convocó a nuevas elecciones para definir -esta vez de forma transparente- quien iba a ser el próximo presidente. Surge la pregunta de por qué intervinieron las fuerzas militares cuando justo la crisis se estaba acercando a una salida democrática. Y aquí aparece la figura de Luis Camacho.
Durante los últimos sucesos, los partidos opositores fueron eclipsados por la radicalidad de alguien que no participó de las últimas ni de ninguna otra elección a lo largo de toda su vida. Luis Camacho es el presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz, una agrupación civil de derecha que nuclea empresarios y otras figuras que siempre fueron acusadas de ser la oligarquía por parte del gobierno de Morales. Al darse las primeras denuncias de fraude Camacho se constituyó como el líder de todo un movimiento opositor que no buscaba otra cosa que entrar por cualquier medio a la Casa de Gobierno, sosteniendo con una mano la biblia y con la otra la bandera nacional para forzar la renuncia de Morales. Cuando de la mano de levantamientos policiales finalmente logró ingresar a la sede gubernamental Evo ya había renunciado, pero no faltó en señal de triunfo la foto con la biblia y la bandera.
Lo que de ahora en más suceda está plagado de incertidumbre. Junto a Morales también renunció su vicepresidente y los presidentes de ambas cámaras legislativas, por lo que se rompió la línea de sucesión. De respetarse las formas, algo que sería la primera vez en toda esta historia, la asamblea legislativa debería reunirse para aceptar la renuncia de Morales y mediante una ley designar entre ellos un sucesor que se encargaría de que en un plazo de 90 días se celebren elecciones sin proscripciones y con total normalidad. Aunque no todos tienen eso en mente, Camacho ya adelantó que se debería formar una junta de gobierno con los mandos militares y policiales.
En cuanto a lo inmediato, lo urgente es evitar que surjan más actos de violencia por parte de la oposición radical contra los miembros del ex oficialista Movimiento al Socialismo (MAS). Ante la más que agitada polarización ni siquiera la integridad física de Morales está a salvo, y la comunidad internacional debería condenar el golpe con la misma energía que insistió para que se hagan nuevas elecciones.