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Nuevo mundo
En medio de la tormenta, los países emergentes --y América Latina en particular-- enfrentan un fenómeno novedoso: la fuerte apreciación de sus monedas frente al dólar. Sí. A diferencia de las crisis del pasado, cuando un estornudo en Wall Street provocaba fuga de capitales y devaluación, hoy los gobiernos de la región ven como sus monedas ganan valor frente a la divisa estadounidense, para desesperación de sus exportadores.Por Raúl Ferro
Estados Unidos entra en recesión (71% de los economistas encuestados por el Wall Street Journal estaba de acuerdo con eso, según una nota publicada a mediados de marzo), las bolsas se sacuden y el petróleo rompe la barrera de los US$110 el barril. La pregunta de analistas, economistas y hombres de negocio es qué tan fuerte será el contagio y si habrá recesión global o sólo desaceleración económica. La crisis ha puesto a prueba la tesis del desacople, es decir, hasta qué punto la economía del resto del mundo ha dejado de depender de la suerte de la economía de Estados Unidos.
En medio de la tormenta, los países emergentes --y América Latina en particular-- enfrentan un fenómeno novedoso: la fuerte apreciación de sus monedas frente al dólar. Sí. A diferencia de las crisis del pasado, cuando un estornudo en Wall Street provocaba fuga de capitales y devaluación, hoy los gobiernos de la región ven como sus monedas ganan valor frente a la divisa estadounidense, para desesperación de sus exportadores.
Hoy, el mundo es muy distinto a como era en la última crisis de fines de los 90. Gracias a las reformas de los últimos 15 o 20 años y a la adopción de algunas buenas prácticas macroeconómicas básicas, América Latina ha podido acumular los beneficios del boom exportador de los últimos años y hoy está cosechando sus frutos. Quién iba a decir hace unos años que Brasil se convertiría en un acreedor neto, con reservas internacionales de US$200.000 millones... Pero es exactamente lo que ha sucedido.
El corolario de este proceso ha sido el fortalecimiento de las monedas locales frente a un alicaído dólar. No se trata de un fenómeno puntual. Proyecciones del banco de inversión Morgan Stanley señalan que se mantendrán en estos niveles durante los próximos dos años.
El fortalecimiento de las monedas latinoamericanas plantea varios desafíos. En primer lugar, qué hacer con la competitividad del sector exportador. Muchas empresas exportadoras tendrán que cerrar, pero las que sobrevivan lo harán con aumentos de productividad. La coyuntura está pintada para que aquellas que cuentan con recursos inviertan en bienes de capital importados (a un dólar barato). Esto significará mecanización y automatización y, por tanto, reducción de empleo. Es una tendencia global. A igual capacidad de producción, los productores de vino de Australia, Nueva Zelandia o Estados Unidos tienen muchos menos empleados que chilenos o argentinos (pero con salarios significativamente mayores). Lo mismo sucede en la industria del salmón o en la agroindustria. Los gobiernos latinoamericanos tendrán que armar estrategias para lidiar con este problema, facilitando la creación de puestos de trabajo bajo esquemas flexibles y, especialmente, incentivando la formación y actualización tecnológica de la fuerza laboral.
La metamorfosis macroeconómica de los países emergentes ha provocado también una revolución corporativa. Según varios estudios del Banco Mundial y de Naciones Unidas, las inversiones extranjeras desde los países emergentes sur hacia el resto del mundo han aumentado sostenidamente en los últimos años, pasando de US$12.000 millones en 1990 a US$99.000 millones en el año 2000 y a US$210.000 millones en el 2006. Parte importante de esas inversiones han sido de las llamadas sur-sur, es decir, entre países emergentes. De este proceso han salido los campeones globales latinoamericanos, como la telefónica mexicana América Móvil, la minera brasileña Vale o la petrolera china Petrochina que, por cierto, se convirtió en la mayor empresa del mundo por valor de mercado cuando salió a bolsa el año pasado. En el mundo, hoy hay 20.000 multinacionales originarias de países emergentes y el 43% de las exportaciones del mundo corresponden a comercio entre economías emergentes.
Esto tiene un significado especial para los políticos latinoamericanos. Las antiguas cantinelas autocompasivas respecto al imperialismo del mundo industrializado sobre los países pobres hoy son una pura ilusión. Se les ha movido el enemigo. Los prejuicios y lugares comunes típicos del discurso político latinoamericano se han quedado sin referente. No va a ser fácil reemplazarlos. Afortunadamente.
Raúl Ferro es Director de Desarrollo de Contenidos de Business News Americas.
Raúl FerroConsejero ConsultivoAnalista de economía y negocios especializado en América Latina. Fue corresponsal en Sudamérica de distintos medios económicos de EE.UU. y el Reino Unido, director editorial de la revista AméricaEconomía y director de estudios de BNamericas. Es Director del Consejo Consultivo de CADAL.
Estados Unidos entra en recesión (71% de los economistas encuestados por el Wall Street Journal estaba de acuerdo con eso, según una nota publicada a mediados de marzo), las bolsas se sacuden y el petróleo rompe la barrera de los US$110 el barril. La pregunta de analistas, economistas y hombres de negocio es qué tan fuerte será el contagio y si habrá recesión global o sólo desaceleración económica. La crisis ha puesto a prueba la tesis del desacople, es decir, hasta qué punto la economía del resto del mundo ha dejado de depender de la suerte de la economía de Estados Unidos.
En medio de la tormenta, los países emergentes --y América Latina en particular-- enfrentan un fenómeno novedoso: la fuerte apreciación de sus monedas frente al dólar. Sí. A diferencia de las crisis del pasado, cuando un estornudo en Wall Street provocaba fuga de capitales y devaluación, hoy los gobiernos de la región ven como sus monedas ganan valor frente a la divisa estadounidense, para desesperación de sus exportadores.
Hoy, el mundo es muy distinto a como era en la última crisis de fines de los 90. Gracias a las reformas de los últimos 15 o 20 años y a la adopción de algunas buenas prácticas macroeconómicas básicas, América Latina ha podido acumular los beneficios del boom exportador de los últimos años y hoy está cosechando sus frutos. Quién iba a decir hace unos años que Brasil se convertiría en un acreedor neto, con reservas internacionales de US$200.000 millones... Pero es exactamente lo que ha sucedido.
El corolario de este proceso ha sido el fortalecimiento de las monedas locales frente a un alicaído dólar. No se trata de un fenómeno puntual. Proyecciones del banco de inversión Morgan Stanley señalan que se mantendrán en estos niveles durante los próximos dos años.
El fortalecimiento de las monedas latinoamericanas plantea varios desafíos. En primer lugar, qué hacer con la competitividad del sector exportador. Muchas empresas exportadoras tendrán que cerrar, pero las que sobrevivan lo harán con aumentos de productividad. La coyuntura está pintada para que aquellas que cuentan con recursos inviertan en bienes de capital importados (a un dólar barato). Esto significará mecanización y automatización y, por tanto, reducción de empleo. Es una tendencia global. A igual capacidad de producción, los productores de vino de Australia, Nueva Zelandia o Estados Unidos tienen muchos menos empleados que chilenos o argentinos (pero con salarios significativamente mayores). Lo mismo sucede en la industria del salmón o en la agroindustria. Los gobiernos latinoamericanos tendrán que armar estrategias para lidiar con este problema, facilitando la creación de puestos de trabajo bajo esquemas flexibles y, especialmente, incentivando la formación y actualización tecnológica de la fuerza laboral.
La metamorfosis macroeconómica de los países emergentes ha provocado también una revolución corporativa. Según varios estudios del Banco Mundial y de Naciones Unidas, las inversiones extranjeras desde los países emergentes sur hacia el resto del mundo han aumentado sostenidamente en los últimos años, pasando de US$12.000 millones en 1990 a US$99.000 millones en el año 2000 y a US$210.000 millones en el 2006. Parte importante de esas inversiones han sido de las llamadas sur-sur, es decir, entre países emergentes. De este proceso han salido los campeones globales latinoamericanos, como la telefónica mexicana América Móvil, la minera brasileña Vale o la petrolera china Petrochina que, por cierto, se convirtió en la mayor empresa del mundo por valor de mercado cuando salió a bolsa el año pasado. En el mundo, hoy hay 20.000 multinacionales originarias de países emergentes y el 43% de las exportaciones del mundo corresponden a comercio entre economías emergentes.
Esto tiene un significado especial para los políticos latinoamericanos. Las antiguas cantinelas autocompasivas respecto al imperialismo del mundo industrializado sobre los países pobres hoy son una pura ilusión. Se les ha movido el enemigo. Los prejuicios y lugares comunes típicos del discurso político latinoamericano se han quedado sin referente. No va a ser fácil reemplazarlos. Afortunadamente.
Raúl Ferro es Director de Desarrollo de Contenidos de Business News Americas.