Artículos
Monitoreo de la gobernabilidad democrática
¿Una nueva derecha en América Latina?
La consolidación de Piñera como candidato en Chile, los éxitos de Uribe en la pacificación y el crecimiento económico en Colombia y la proyección como líder político de Castañeda desde la alcaldía de Lima, están creando una masa crítica interesante que podría significar el fortalecimiento de la centro derecha en Sudamérica, con una propuesta más liberal y cercana a la realidad de la gente.Por Raúl Ferro
La activa agenda sudamericana del candidato de centro derecha a la presidencia de Chile, Sebastián Piñera, ha dado mucho que hablar. Primero, en su gira al Perú, por la molestia que causó en la cancillería chilena, que enfrenta un diferendo limítrofe con su vecino del norte que fue recientemente presentado en la Corte Internacional de La Haya. Ahora, su gira a Colombia y Ecuador, en la que no disimuló en absoluto su admiración por el estilo de gobierno de Álvaro Uribe.
A esta agenda se suma una cena que lo reunirá con el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, y con el alcalde de Lima, Luis Castañeda, quien se perfila como uno de los candidatos más fuertes para las próximas elecciones presidenciales peruanas, que se celebrarán en el 2011.
La hiperkinesia viajera de Piñera tiene dos lecturas. La primera, y más obvia, es la importancia que el candidato –que actualmente encabeza las intenciones de voto, aunque aun falta un año y medio para las elecciones— le está dando una gran importancia a las relaciones con los países vecinos con vistas a un eventual triunfo a fines del 2009. Una dimensión regional que ninguno de los cuatro presidentes de la Concertación mostró durante sus respectivas campañas.
La otra lectura, más especulativa, se refiere al acercamiento de Piñera a sus pares ideológicos. Esto es especialmente cierto en los casos de Uribe, Macri y Castañeda. Es interesante que esto suceda.
Hace algún tiempo comentábamos en esta columna sobre la falta de contrapeso de la centroderecha latinoamericana frente al alud de gobiernos de izquierda que se desplegó por el continente en el último ciclo electoral. Las propuestas de la centroderecha eran excesivamente conservadoras, imbuidas en muchos casos de contenido religioso y muy alejadas de la realidad de la sociedad latinoamericana de hoy. Ello, frente a una centro izquierda que, salvo contadas excepciones, había adoptado en América Latina y el mundo una parte importante de la propuesta económica de la centro derecha. Sólo en México, con el PAN, y en Colombia, con Uribe, la centro derecha mantenía el liderazgo y el protagonismo.
La consolidación de Piñera como candidato en Chile, los éxitos de Uribe en la pacificación y el crecimiento económico en Colombia y la proyección como líder político de Castañeda desde la alcaldía de Lima, están creando una masa crítica interesante que podría significar el fortalecimiento de la centro derecha en Sudamérica, con una propuesta más liberal y cercana a la realidad de la gente.
Si esto sucede, sería beneficioso para la democracia en la región. América Latina necesita avanzar hacia la consolidación de bloques con peso específico suficiente que puedan enriquecer el debate y las propuestas para la sociedad. En ese sentido, la centro izquierda ha hecho hasta ahora un mejor trabajo que la centro derecha, paradójicamente acercándose al centro. Es hora que la centro derecha haga lo mismo.
Por supuesto que la nueva ola que parece encarnar Piñera tiene muchas imperfecciones aun. Por un lado, la fascinación que genera Uribe es un arma de doble filo. Sus éxitos innegables no deben hacer olvidar que su gestión no ha sido muy loable en lo que se refiere a fortalecimiento y desarrollo institucional. Todo lo contrario. Su personalismo es a veces preocupante.
El otro riesgo es que esta nueva centro derecha, muy inspirada en la eficiencia y los tecnicismos de la administración privada, subestime las dificultades de la administración de la cosa pública. La capacidad de gestión pura y dura, con su poca inclinación a la paciencia, no es suficiente y hasta puede ser contraproducente. Pero aquí hay algunas luces. La gestión de Castañeda en una ciudad tremendamente compleja como Lima ha mostrado tanto capacidad técnica como criterio político. Es un buen comienzo.
Raúl FerroConsejero ConsultivoAnalista de economía y negocios especializado en América Latina. Fue corresponsal en Sudamérica de distintos medios económicos de EE.UU. y el Reino Unido, director editorial de la revista AméricaEconomía y director de estudios de BNamericas. Es Director del Consejo Consultivo de CADAL.
La activa agenda sudamericana del candidato de centro derecha a la presidencia de Chile, Sebastián Piñera, ha dado mucho que hablar. Primero, en su gira al Perú, por la molestia que causó en la cancillería chilena, que enfrenta un diferendo limítrofe con su vecino del norte que fue recientemente presentado en la Corte Internacional de La Haya. Ahora, su gira a Colombia y Ecuador, en la que no disimuló en absoluto su admiración por el estilo de gobierno de Álvaro Uribe.
A esta agenda se suma una cena que lo reunirá con el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, y con el alcalde de Lima, Luis Castañeda, quien se perfila como uno de los candidatos más fuertes para las próximas elecciones presidenciales peruanas, que se celebrarán en el 2011.
La hiperkinesia viajera de Piñera tiene dos lecturas. La primera, y más obvia, es la importancia que el candidato –que actualmente encabeza las intenciones de voto, aunque aun falta un año y medio para las elecciones— le está dando una gran importancia a las relaciones con los países vecinos con vistas a un eventual triunfo a fines del 2009. Una dimensión regional que ninguno de los cuatro presidentes de la Concertación mostró durante sus respectivas campañas.
La otra lectura, más especulativa, se refiere al acercamiento de Piñera a sus pares ideológicos. Esto es especialmente cierto en los casos de Uribe, Macri y Castañeda. Es interesante que esto suceda.
Hace algún tiempo comentábamos en esta columna sobre la falta de contrapeso de la centroderecha latinoamericana frente al alud de gobiernos de izquierda que se desplegó por el continente en el último ciclo electoral. Las propuestas de la centroderecha eran excesivamente conservadoras, imbuidas en muchos casos de contenido religioso y muy alejadas de la realidad de la sociedad latinoamericana de hoy. Ello, frente a una centro izquierda que, salvo contadas excepciones, había adoptado en América Latina y el mundo una parte importante de la propuesta económica de la centro derecha. Sólo en México, con el PAN, y en Colombia, con Uribe, la centro derecha mantenía el liderazgo y el protagonismo.
La consolidación de Piñera como candidato en Chile, los éxitos de Uribe en la pacificación y el crecimiento económico en Colombia y la proyección como líder político de Castañeda desde la alcaldía de Lima, están creando una masa crítica interesante que podría significar el fortalecimiento de la centro derecha en Sudamérica, con una propuesta más liberal y cercana a la realidad de la gente.
Si esto sucede, sería beneficioso para la democracia en la región. América Latina necesita avanzar hacia la consolidación de bloques con peso específico suficiente que puedan enriquecer el debate y las propuestas para la sociedad. En ese sentido, la centro izquierda ha hecho hasta ahora un mejor trabajo que la centro derecha, paradójicamente acercándose al centro. Es hora que la centro derecha haga lo mismo.
Por supuesto que la nueva ola que parece encarnar Piñera tiene muchas imperfecciones aun. Por un lado, la fascinación que genera Uribe es un arma de doble filo. Sus éxitos innegables no deben hacer olvidar que su gestión no ha sido muy loable en lo que se refiere a fortalecimiento y desarrollo institucional. Todo lo contrario. Su personalismo es a veces preocupante.
El otro riesgo es que esta nueva centro derecha, muy inspirada en la eficiencia y los tecnicismos de la administración privada, subestime las dificultades de la administración de la cosa pública. La capacidad de gestión pura y dura, con su poca inclinación a la paciencia, no es suficiente y hasta puede ser contraproducente. Pero aquí hay algunas luces. La gestión de Castañeda en una ciudad tremendamente compleja como Lima ha mostrado tanto capacidad técnica como criterio político. Es un buen comienzo.