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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
CHILE: REGLA A PRUEBA
Por Raúl Ferro
Para muchos, no estar en la noticia es una buena noticia. Algo de eso sucedió con Chile durante la última Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), celebrada en Lima a fines de marzo. Mientras otros países organizaban presentaciones y conferencias para dar a conocer sus atractivos y oportunidades, o sus ministros eran asediados por periodistas y financistas, Chile y su delegación cultivaron el perfil bajo. La razón es simple. Por lejos, este país sudamericano es el que presenta la posición más sólida entre sus pares latinoamericanos.
Puede que este bajo perfil sea también deliberado. Los chilenos han sido acusados -tanto en su país como en el exterior- de pedantes por repetir, una y otra vez y en cuanta oportunidad se presentaba, lo bien que funciona su modelo. Su silencio en Lima fue, paradójicamente, muy efectivo. Fueron los personajes internacionales, desde William Rhodes, presidente del consejo de Citibank, hasta Guillermo Calvo, economista jefe del BID, pasando por una variada colección de ministros y académicos, quienes resaltaron el éxito chileno. Según el Institute of International Finance (IIF), que agrupa a los principales bancos del mundo, Chile ha sido especialmente exitoso en aumentar la eficiencia de su sector público, manteniendo unas finanzas públicas muy fuertes y una deuda relativamente baja. Gracias a esto, dice el IIF, Chile es el único país de la región que ha estado en condiciones de llevar a cabo deliberadamente una política fiscal contracíclica que le ha permitido aminorar los efectos de la aceleración global de los años 2001 y 2002.
Esta política contracíclica, conocida como regla de superávit estructural, asume un superávit referencial de 1% si el producto bruto interno estuviese en su nivel potencial y el precio del cobre fuese el de mediano plazo estimado por el gobierno. Cuando el país crece menos y el precio del cobre está más bajo que el de referencia, el gobierno genera automáticamente un déficit fiscal. Cuando la situación se revierte, el gobierno genera un superávit. Es decir, se gasta más cuando la actividad está más deprimida y se ahorra cuando la economía va mejor.
La prueba de fuego para Chile llega, paradójicamente, ahora que el precio de algunos de sus principales productos de exportación (cobre y celulosa) han subido a precios no vistos en casi un década y que el entorno internacional se muestra favorable. Desde el frente político, en un año de elecciones municipales y de precalentamiento para una elección presidencial del año entrante, se han levantado voces para que el gobierno olvide su regla de superávit estructural y abra el grifo del gasto.
¿Se verá forzado el ministro de hacienda, Nicolás Eyzaguirre, a hacer el juego a los cantos de sirena de los políticos? En el mercado internacional no lo creen. "El gobierno chileno está resistiendo las presiones para incrementar el gasto", dice Frederick Jaspersen, director y economista jefe para América Latina del IIF. "Aplaudimos ese esfuerzo".
Raúl FerroConsejero ConsultivoAnalista de economía y negocios especializado en América Latina. Fue corresponsal en Sudamérica de distintos medios económicos de EE.UU. y el Reino Unido, director editorial de la revista AméricaEconomía y director de estudios de BNamericas. Es Director del Consejo Consultivo de CADAL.
Para muchos, no estar en la noticia es una buena noticia. Algo de eso sucedió con Chile durante la última Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), celebrada en Lima a fines de marzo. Mientras otros países organizaban presentaciones y conferencias para dar a conocer sus atractivos y oportunidades, o sus ministros eran asediados por periodistas y financistas, Chile y su delegación cultivaron el perfil bajo. La razón es simple. Por lejos, este país sudamericano es el que presenta la posición más sólida entre sus pares latinoamericanos.
Puede que este bajo perfil sea también deliberado. Los chilenos han sido acusados -tanto en su país como en el exterior- de pedantes por repetir, una y otra vez y en cuanta oportunidad se presentaba, lo bien que funciona su modelo. Su silencio en Lima fue, paradójicamente, muy efectivo. Fueron los personajes internacionales, desde William Rhodes, presidente del consejo de Citibank, hasta Guillermo Calvo, economista jefe del BID, pasando por una variada colección de ministros y académicos, quienes resaltaron el éxito chileno. Según el Institute of International Finance (IIF), que agrupa a los principales bancos del mundo, Chile ha sido especialmente exitoso en aumentar la eficiencia de su sector público, manteniendo unas finanzas públicas muy fuertes y una deuda relativamente baja. Gracias a esto, dice el IIF, Chile es el único país de la región que ha estado en condiciones de llevar a cabo deliberadamente una política fiscal contracíclica que le ha permitido aminorar los efectos de la aceleración global de los años 2001 y 2002.
Esta política contracíclica, conocida como regla de superávit estructural, asume un superávit referencial de 1% si el producto bruto interno estuviese en su nivel potencial y el precio del cobre fuese el de mediano plazo estimado por el gobierno. Cuando el país crece menos y el precio del cobre está más bajo que el de referencia, el gobierno genera automáticamente un déficit fiscal. Cuando la situación se revierte, el gobierno genera un superávit. Es decir, se gasta más cuando la actividad está más deprimida y se ahorra cuando la economía va mejor.
La prueba de fuego para Chile llega, paradójicamente, ahora que el precio de algunos de sus principales productos de exportación (cobre y celulosa) han subido a precios no vistos en casi un década y que el entorno internacional se muestra favorable. Desde el frente político, en un año de elecciones municipales y de precalentamiento para una elección presidencial del año entrante, se han levantado voces para que el gobierno olvide su regla de superávit estructural y abra el grifo del gasto.
¿Se verá forzado el ministro de hacienda, Nicolás Eyzaguirre, a hacer el juego a los cantos de sirena de los políticos? En el mercado internacional no lo creen. "El gobierno chileno está resistiendo las presiones para incrementar el gasto", dice Frederick Jaspersen, director y economista jefe para América Latina del IIF. "Aplaudimos ese esfuerzo".