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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Perdiendo las elecciones el chavismo podría ganar
Partiendo de que sí tendremos elecciones y de que el PSUV y sus aliados son derrotados ampliamente, el chavismo se enfrentará a diversos dilemas: ¿Reconocer el triunfo opositor? ¿Sabotear el escrutinio para dilatar los anuncios de resultados incluso haciendo impugnaciones innecesarias? ¿Se hará una genuina autocrítica? ¿Quiénes condujeron el barco hasta la derrota seguirán capitaneando la nave? ¿Se entenderá el significado del voto castigo? ¿Habrá enmiendas en la política del PSUV tras el 6D? ¿Cambiará de rumbo la política económica del gobierno? Por Andrés Cañizález
Una derrota es lo mejor que podría pasarle al chavismo en estas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. Hay muchas maneras, obviamente, de cómo procesar, internalizar y asumir un resultado adverso. Puede representar una oportunidad, especialmente desde el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), para la democratización y revisión del chavismo. Un triunfo electoral del PSUV y sus aliados, este 6D, no sólo significaría para el país seguir en esta senda de ruina nacional, sino que también se interpretaría puertas adentro del régimen como una señal de que aún haciendo la peor gestión de los últimos 100 años en Venezuela, van a conservar el poder. Eso de conservar el poder, como sea, es muy dañino para el chavismo si éste se proyecta en el largo plazo de la vida política venezolana, en un sistema que debe ser plural como demanda hoy el venezolano.
Recientemente la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) presentó cifras de cinco encuestadoras diferentes, incluyendo Hinterlaces, cuyo director públicamente ha expresado su posición anti-oposición. Todas esas encuestas muestran una fotografía un mes antes de las votaciones. Esa fotografía es la de un triunfo muy claro por parte de la alternativa democrática, con una diferencia de un 30% en la intención de votos. La brecha es muy alta y aún cuando restan cuatro semanas, es difícil imaginar que pueda darse un evento político y/o económico que termine trastocando esta enorme diferencia. La tendencia es favorable a la MUD incluso en circuitos históricamente chavistas en estados como Lara, Carabobo, Portuguesa, Zulia, Barinas y en el oeste de Caracas.
Todo apunta a que en estas elecciones se manifestará en las urnas una voluntad de cambio, con una diferencia importante de votos. Votos del pueblo, nunca está de más decirlo. Mientras más nutrida sea la votación el 6D más difícil se le pone al gobierno y sus aliados el escenario de triquiñuelas para sabotear este resultado. En ese contexto debe entenderse el nuevo mensaje del presidente Nicolás Maduro de que reconocerá los resultados del 6D “gane quien gane”.
El chavismo no desaparece con estas elecciones. El chavismo en tanto organización político e identidad político-cultural, desde mi punto de vista, se proyectará durante largo tiempo en el escenario público de Venezuela. Esas mismas encuestas que dicen que ganará la MUD ampliamente también nos dicen que el voto chavista duro hoy se ubica en torno al 25 % de la población. Es una cifra alta si recordamos lo difícil que es la vida, especialmente para los más pobres, en medio de esta crisis económica y social, la peor en décadas.
En su fracaso como gobernante, Nicolás Maduro ha dilapidado el capital político-electoral que le dejó Hugo Chávez, pero sería ingenuo no ver que aún en medio de las dificultades severas el chavismo sigue nucleando y convocando al menos a una cuarta parte del país. Repito, no es un asunto para despacharlo sin prestarle atención.
Volvamos de nuevo al escenario de la derrota electoral del chavismo el 6D, que es el escenario más probable. Claro, se puede sostener que no habrá elecciones, pero honestamente creo que a estas alturas del partido el gobierno no tiene capacidad política ni institucional para jugarse esa carta. Partiendo de que sí tendremos elecciones y de que el PSUV y sus aliados son derrotados ampliamente, el chavismo se enfrentará a diversos dilemas: ¿Reconocer el triunfo opositor? ¿Sabotear el escrutinio para dilatar los anuncios de resultados incluso haciendo impugnaciones innecesarias? ¿Se hará una genuina autocrítica? ¿Quiénes condujeron el barco hasta la derrota seguirán capitaneando la nave? ¿Se entenderá el significado del voto castigo? ¿Habrá enmiendas en la política del PSUV tras el 6D? ¿Cambiará de rumbo la política económica del gobierno?
Las respuestas que se le den, desde el PSUV y el alto gobierno, a estas interrogantes marcarán en buena medida el futuro del chavismo. La derrota les permitirá revisarse y reinventarse, si desean proyectarse como opción política a largo plazo. Pero si internamente se imponen los obtusos, entonces el legado de Chávez terminará por diluirse, definitivamente. El 6D será un punto de inflexión para quienes se asumen como los hijos políticos de Chávez.
Andrés CañizálezConsejero AcadémicoVenezolano. Periodista y doctor en Ciencia Política. Investigador Titular de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB, Venezuela) entre 2003 y 2020. Fundador y director de Medianálisis, organización dedicada a la promoción del periodismo independiente, y de Cotejo.Info, el primer medio de fact-checking de Venezuela. Escribe regularmente en los portales de noticias y análisis El Estímulo y Diario de Cuba. Viene haciendo seguimiento del tema migratorio con las iniciativas Radio Migrante, que muestra historias de resiliencia de migrantes venezolanos en diferentes lugares del mundo, y Monitor Migración, una ventana con datos y noticias sobre el éxodo venezolano. Está vinculado a CADAL, desde el año 2007, como consejero académico.
Una derrota es lo mejor que podría pasarle al chavismo en estas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. Hay muchas maneras, obviamente, de cómo procesar, internalizar y asumir un resultado adverso. Puede representar una oportunidad, especialmente desde el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), para la democratización y revisión del chavismo. Un triunfo electoral del PSUV y sus aliados, este 6D, no sólo significaría para el país seguir en esta senda de ruina nacional, sino que también se interpretaría puertas adentro del régimen como una señal de que aún haciendo la peor gestión de los últimos 100 años en Venezuela, van a conservar el poder. Eso de conservar el poder, como sea, es muy dañino para el chavismo si éste se proyecta en el largo plazo de la vida política venezolana, en un sistema que debe ser plural como demanda hoy el venezolano.
Recientemente la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) presentó cifras de cinco encuestadoras diferentes, incluyendo Hinterlaces, cuyo director públicamente ha expresado su posición anti-oposición. Todas esas encuestas muestran una fotografía un mes antes de las votaciones. Esa fotografía es la de un triunfo muy claro por parte de la alternativa democrática, con una diferencia de un 30% en la intención de votos. La brecha es muy alta y aún cuando restan cuatro semanas, es difícil imaginar que pueda darse un evento político y/o económico que termine trastocando esta enorme diferencia. La tendencia es favorable a la MUD incluso en circuitos históricamente chavistas en estados como Lara, Carabobo, Portuguesa, Zulia, Barinas y en el oeste de Caracas.
Todo apunta a que en estas elecciones se manifestará en las urnas una voluntad de cambio, con una diferencia importante de votos. Votos del pueblo, nunca está de más decirlo. Mientras más nutrida sea la votación el 6D más difícil se le pone al gobierno y sus aliados el escenario de triquiñuelas para sabotear este resultado. En ese contexto debe entenderse el nuevo mensaje del presidente Nicolás Maduro de que reconocerá los resultados del 6D “gane quien gane”.
El chavismo no desaparece con estas elecciones. El chavismo en tanto organización político e identidad político-cultural, desde mi punto de vista, se proyectará durante largo tiempo en el escenario público de Venezuela. Esas mismas encuestas que dicen que ganará la MUD ampliamente también nos dicen que el voto chavista duro hoy se ubica en torno al 25 % de la población. Es una cifra alta si recordamos lo difícil que es la vida, especialmente para los más pobres, en medio de esta crisis económica y social, la peor en décadas.
En su fracaso como gobernante, Nicolás Maduro ha dilapidado el capital político-electoral que le dejó Hugo Chávez, pero sería ingenuo no ver que aún en medio de las dificultades severas el chavismo sigue nucleando y convocando al menos a una cuarta parte del país. Repito, no es un asunto para despacharlo sin prestarle atención.
Volvamos de nuevo al escenario de la derrota electoral del chavismo el 6D, que es el escenario más probable. Claro, se puede sostener que no habrá elecciones, pero honestamente creo que a estas alturas del partido el gobierno no tiene capacidad política ni institucional para jugarse esa carta. Partiendo de que sí tendremos elecciones y de que el PSUV y sus aliados son derrotados ampliamente, el chavismo se enfrentará a diversos dilemas: ¿Reconocer el triunfo opositor? ¿Sabotear el escrutinio para dilatar los anuncios de resultados incluso haciendo impugnaciones innecesarias? ¿Se hará una genuina autocrítica? ¿Quiénes condujeron el barco hasta la derrota seguirán capitaneando la nave? ¿Se entenderá el significado del voto castigo? ¿Habrá enmiendas en la política del PSUV tras el 6D? ¿Cambiará de rumbo la política económica del gobierno?
Las respuestas que se le den, desde el PSUV y el alto gobierno, a estas interrogantes marcarán en buena medida el futuro del chavismo. La derrota les permitirá revisarse y reinventarse, si desean proyectarse como opción política a largo plazo. Pero si internamente se imponen los obtusos, entonces el legado de Chávez terminará por diluirse, definitivamente. El 6D será un punto de inflexión para quienes se asumen como los hijos políticos de Chávez.