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Promoción de la Apertura Política en Cuba
Tal para cual: La amistad entre Cuba y Corea del Norte
El régimen norcoreano practica la censura con tanta eficacia que muy poca información sale del país, pero todo apunta hacia una misma dirección: allí se cumple la pesadilla orwelliana en su máxima expresión.Por CADAL
Llovían elogios y las calles estaban colmadas: Diaz-Canel, presidente de Cuba, había llegado a Corea del Norte. Era de prever, este recibimiento que se dio a principios de noviembre debía estar a la altura y hacer honor a la “invencible amistad” con la que ambos países describen su relación. Nada mejor para un totalitarismo que otro totalitarismo.
Como latinoamericanos, ya todos conocemos la opresión que se vive en el país caribeño. Poco se podría agregar desde este aquí. Pero este viaje a Pyongyang por parte de Diaz-Canel evidencia otra contradicción del régimen cubano: como a pesar de que en el discurso oficial se enfatiza tanto en la libertad de los pueblos, el gobierno de Cuba no tiene problema en amigarse con uno de los regímenes más totalitarios del mundo.
El régimen norcoreano practica la censura con tanta eficacia que muy poca información sale del país, pero todo apunta hacia una misma dirección: allí se cumple la pesadilla orwelliana en su máxima expresión. El lugar de Gran Hermano lo ocupa Kim Jong-un, que más que ser el gobernante supremo, en Norcorea es venerado como un Dios, y a los dioses no se los discute. Quien se atreva es enviado (si es que no directamente fusilado) a campos de concentración donde de a poco se ira muriendo producto de las torturas, el hambre y los macabros experimentos médicos.
En un totalitarismo que busca controlar cada aspecto de la vida de las personas y aislarlas del resto del mundo, ni si quiera hay lugar para ver una película como la inocente “Buscando a Nemo”. El costo de consumir entretenimiento que ingresa al país de contrabando es de 10 años de trabajos forzados.
En la represión norcoreana es muy fácil hallar puntos en común con Cuba, donde también hubo campos de concentración y los líderes son indiscutibles. Pero también hay otra similitud que se refiere al campo económico. Ambas sociedades colapsarían si no fuera por el gran mercado negro que funciona como contracara a la deficiente economía planificada desde el estado. Ante la gran escasez, a los habitantes tanto Cuba como de Corea del Norte no les queda otra que recurrir a un mercado ilegal que es aceptado por ambos gobiernos a efectos de no incrementar el descontento social.
Teniendo todo esto en mente, parece casi natural que desde la Habana se busque estrechar los lazos con un totalitarismo como el norcoreano.
Llovían elogios y las calles estaban colmadas: Diaz-Canel, presidente de Cuba, había llegado a Corea del Norte. Era de prever, este recibimiento que se dio a principios de noviembre debía estar a la altura y hacer honor a la “invencible amistad” con la que ambos países describen su relación. Nada mejor para un totalitarismo que otro totalitarismo.
Como latinoamericanos, ya todos conocemos la opresión que se vive en el país caribeño. Poco se podría agregar desde este aquí. Pero este viaje a Pyongyang por parte de Diaz-Canel evidencia otra contradicción del régimen cubano: como a pesar de que en el discurso oficial se enfatiza tanto en la libertad de los pueblos, el gobierno de Cuba no tiene problema en amigarse con uno de los regímenes más totalitarios del mundo.
El régimen norcoreano practica la censura con tanta eficacia que muy poca información sale del país, pero todo apunta hacia una misma dirección: allí se cumple la pesadilla orwelliana en su máxima expresión. El lugar de Gran Hermano lo ocupa Kim Jong-un, que más que ser el gobernante supremo, en Norcorea es venerado como un Dios, y a los dioses no se los discute. Quien se atreva es enviado (si es que no directamente fusilado) a campos de concentración donde de a poco se ira muriendo producto de las torturas, el hambre y los macabros experimentos médicos.
En un totalitarismo que busca controlar cada aspecto de la vida de las personas y aislarlas del resto del mundo, ni si quiera hay lugar para ver una película como la inocente “Buscando a Nemo”. El costo de consumir entretenimiento que ingresa al país de contrabando es de 10 años de trabajos forzados.
En la represión norcoreana es muy fácil hallar puntos en común con Cuba, donde también hubo campos de concentración y los líderes son indiscutibles. Pero también hay otra similitud que se refiere al campo económico. Ambas sociedades colapsarían si no fuera por el gran mercado negro que funciona como contracara a la deficiente economía planificada desde el estado. Ante la gran escasez, a los habitantes tanto Cuba como de Corea del Norte no les queda otra que recurrir a un mercado ilegal que es aceptado por ambos gobiernos a efectos de no incrementar el descontento social.
Teniendo todo esto en mente, parece casi natural que desde la Habana se busque estrechar los lazos con un totalitarismo como el norcoreano.