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Análisis Latino
¿Brasil avanzará o retrocederá en su consolidación democrática?
Brasil es una democracia, aunque con muchas tareas pendientes. La evolución de los últimos años, con los escándalos de corrupción durante los gobiernos del PT, los procesos de impeachment presidenciales y los exabruptos retóricos del presidente Bolsonaro y sus hijos no han favorecido la transformación democrática de Brasil (que perdió 0,35 puntos en el Índice de Transformación Bertelsmann 2022 frente al reporte anterior del 2020).Por Raúl Ferro
Hace unas pocas semanas debatíamos, dentro del Foro Latino Global organizado en Buenos Aires por Cadal, sobre la evolución del Bertelsmann Transformation Index (BTI) que prepara la Bertelsmann Stiftung. Los resultados de la edición 2022 mostraban un preocupante retroceso en los procesos de transformación democrática registrado en muchas partes del mundo.
En esa línea, las elecciones en Brasil del 2 de octubre no fueron exactamente una buena noticia en ese sentido. Si bien el proceso se llevo a cabo de manera impecable y sin violencia –salvo casos muy aislados—el resultado mostró una importante polarización del electorado, un fenómeno que muestra el debilitamiento de los partidos políticos como canalizadores de las preocupaciones de la ciudadanía y el deterioro del discurso público.
Como en otras partes del mundo, el discurso “contra” el enemigo pesó más que los argumentos sobre los planes de gobierno de cada candidato. Un fenómeno que ha estado detrás del ascenso de las actitudes autocráticas en distintas democracias del mundo –desde Hungría a la India—y del ascenso de opciones políticas extremas en democracias consolidadas como Italia o Suecia.
Los resultados de la primera vuelta en Brasil, paradójicamente, deben llevar a moderar el discurso de los candidatos para buscar así el voto de centro. Que esa moderación sobreviva a la segunda vuelta del 30 de octubre, es un tema por verse. Ambos candidatos, el presidente Jair Bolsonaro y el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, tendrán de todas formas un espacio limitado para implementar reformas profundas.
Si bien Bolsonaro y sus aliados consiguieron una contundente victoria en las elecciones legislativas y de gobernadores –realzando en principio un giro hacia el conservadurismo en la ciudadanía brasileña—no tienen mayoría absoluta. Si Bolsonaro triunfa eventualmente el 30 de octubre, se enfrentará a la necesidad de negociar con otras fuerzas políticas cualquier intento de reforma. Con más razón en el caso de Lula, si gana la segunda vuelta.
En línea con la polarización del debate político en Brasil, ¿qué riesgo hay que el presidente Bolsonaro desconozca el resultado y denuncie un fraude, como ha insinuado en el pasado inspirado por la estrategia del ex presidente estadounidense Donald Trump? Según varios analistas, no está claro que el riesgo sea real. Muchos señalan que el apoyo sería limitado y que las fuerzas armadas no lo respaldarían sin pruebas contundentes.
En todo caso, sería un pésimo negocio para el propio Bolsonaro. El actual presidente tiene muchas cartas ganadoras en la mano para un proyecto a medio plazo tras los resultados del 2 de octubre como para desperdiciarlas: un claro giro a la derecha del electorado brasileño, buenos resultados en la elección de gobernadores, importantes triunfos en bastiones complejos y clave como Sao Paulo o Minas Gerais y un peso gravitante en ambas cámaras legislativas. Si Bolsonaro fuera un astuto jugador de ajedrez, tiene una buena posición en el tablero.
Brasil es una democracia, aunque con muchas tareas pendientes. La evolución de los últimos años, con los escándalos de corrupción durante los gobiernos del PT, los procesos de impeachment presidenciales y los exabruptos retóricos del presidente Bolsonaro y sus hijos no han favorecido la transformación democrática de Brasil (que perdió 0,35 puntos en el BTI 2022 frente al reporte anterior). Ojalá la elección del 30 de octubre sirva para retomar el camino hacia una mejor democracia. Las fichas no parecen apuntar en esa dirección, pero Brasil se lo merece y el mundo lo necesita.
Raúl FerroConsejero ConsultivoAnalista de economía y negocios especializado en América Latina. Fue corresponsal en Sudamérica de distintos medios económicos de EE.UU. y el Reino Unido, director editorial de la revista AméricaEconomía y director de estudios de BNamericas. Es Director del Consejo Consultivo de CADAL.
Hace unas pocas semanas debatíamos, dentro del Foro Latino Global organizado en Buenos Aires por Cadal, sobre la evolución del Bertelsmann Transformation Index (BTI) que prepara la Bertelsmann Stiftung. Los resultados de la edición 2022 mostraban un preocupante retroceso en los procesos de transformación democrática registrado en muchas partes del mundo.
En esa línea, las elecciones en Brasil del 2 de octubre no fueron exactamente una buena noticia en ese sentido. Si bien el proceso se llevo a cabo de manera impecable y sin violencia –salvo casos muy aislados—el resultado mostró una importante polarización del electorado, un fenómeno que muestra el debilitamiento de los partidos políticos como canalizadores de las preocupaciones de la ciudadanía y el deterioro del discurso público.
Como en otras partes del mundo, el discurso “contra” el enemigo pesó más que los argumentos sobre los planes de gobierno de cada candidato. Un fenómeno que ha estado detrás del ascenso de las actitudes autocráticas en distintas democracias del mundo –desde Hungría a la India—y del ascenso de opciones políticas extremas en democracias consolidadas como Italia o Suecia.
Los resultados de la primera vuelta en Brasil, paradójicamente, deben llevar a moderar el discurso de los candidatos para buscar así el voto de centro. Que esa moderación sobreviva a la segunda vuelta del 30 de octubre, es un tema por verse. Ambos candidatos, el presidente Jair Bolsonaro y el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, tendrán de todas formas un espacio limitado para implementar reformas profundas.
Si bien Bolsonaro y sus aliados consiguieron una contundente victoria en las elecciones legislativas y de gobernadores –realzando en principio un giro hacia el conservadurismo en la ciudadanía brasileña—no tienen mayoría absoluta. Si Bolsonaro triunfa eventualmente el 30 de octubre, se enfrentará a la necesidad de negociar con otras fuerzas políticas cualquier intento de reforma. Con más razón en el caso de Lula, si gana la segunda vuelta.
En línea con la polarización del debate político en Brasil, ¿qué riesgo hay que el presidente Bolsonaro desconozca el resultado y denuncie un fraude, como ha insinuado en el pasado inspirado por la estrategia del ex presidente estadounidense Donald Trump? Según varios analistas, no está claro que el riesgo sea real. Muchos señalan que el apoyo sería limitado y que las fuerzas armadas no lo respaldarían sin pruebas contundentes.
En todo caso, sería un pésimo negocio para el propio Bolsonaro. El actual presidente tiene muchas cartas ganadoras en la mano para un proyecto a medio plazo tras los resultados del 2 de octubre como para desperdiciarlas: un claro giro a la derecha del electorado brasileño, buenos resultados en la elección de gobernadores, importantes triunfos en bastiones complejos y clave como Sao Paulo o Minas Gerais y un peso gravitante en ambas cámaras legislativas. Si Bolsonaro fuera un astuto jugador de ajedrez, tiene una buena posición en el tablero.
Brasil es una democracia, aunque con muchas tareas pendientes. La evolución de los últimos años, con los escándalos de corrupción durante los gobiernos del PT, los procesos de impeachment presidenciales y los exabruptos retóricos del presidente Bolsonaro y sus hijos no han favorecido la transformación democrática de Brasil (que perdió 0,35 puntos en el BTI 2022 frente al reporte anterior). Ojalá la elección del 30 de octubre sirva para retomar el camino hacia una mejor democracia. Las fichas no parecen apuntar en esa dirección, pero Brasil se lo merece y el mundo lo necesita.