Derechos Humanos y
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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

05-08-2024

Intercambio entre Rusia y Occidente: 16 presos políticos liberados y cientos que permanecen tras las rejas

Muchos de los detenidos recientemente, tras el inicio de la invasión a gran escala a Ucrania, enfrentaron cargos que parecen haber sido hechos a medida de este intercambio. Moscú simplemente pretendía recuperar a los suyos y, para eso, debía detener a periodistas, a turistas jóvenes, a quien fuera que viajara a las tierras de Putin con pasaporte occidental.
Por Ignacio E. Hutin

Con el escenario actual bélico en Europa, el planeta parece haber retrocedido hacia los tiempos de partición bipolar de Guerra Fría, con comunismo de un lado y capitalismo del otro. La división ya no es por el sistema económico imperante, pero vuelve la disputa por el sistema político y, sobre todo, por la hegemonía. O estás de mi lado o con el enemigo. No es casual, entonces, que ahora se dé el mayor intercambio de prisioneros entre Rusia y Estados Unidos desde la disolución de la Unión Soviética. Rusia y Bielorrusia entregaron en Ankara a 16 detenidos: 15, el primero; 1, el segundo; mientras que Estados Unidos, Eslovenia, Noruega, Alemania y Polonia entregaron a Moscú un total de 8 personas. Entre los liberados por el Kremlin hay periodistas, activistas políticos y militares de diversas nacionalidades, incluyendo a rusos a los que Moscú acusa de espionaje o traición.

Es una buena noticia ver que personas inocentes, perseguidas y acusadas injustamente recuperan la libertad y pueden irse del país que las encarceló. La es especialmente tras la muerte del opositor Alekséi Navalni en febrero pasado, mientras permanecía detenido en una prisión de máxima seguridad y luego de que numerosas organizaciones de derechos humanos denunciaran que su estado de salud era frágil y el gobierno no ofrecía atención médica acorde.

Sin embargo, el intercambio deja un sabor agridulce. Primero, porque las personas detenidas por Moscú y Minsk fueron acusadas injustamente, perseguidas por hacer valer sus derechos civiles fundamentales. Para muchas de ellas, su único crimen fue cuestionar al régimen que luego las condenaría. Para otras, ni siquiera eso. Así, se convirtieron en rehenes de este mismo régimen, en la demostración más visible de la intolerancia hacia cualquiera que se atreva a cuestionar lo incuestionable.

Por otro lado, porque aún quedan demasiados prisioneros políticos en las celdas rusas. Según el Centro de Derechos Humanos Memorial (ganador del Premio Nobel de la Paz 2022 y disuelto oficialmente por el gobierno ruso el mismo año) y su Programa de Apoyo a Presos Políticos, hay actualmente 765 presos políticos en Rusia, 633 perseguidos y 135 posibles víctimas. La organización OVD-Info habla de 1289 prisioneros políticos en centros de detención preventiva y cárceles. Es así que este intercambio genera alivio, sí, pero también recuerda que queda un largo trecho para terminar con el acoso del Kremlin hacia sus disidentes.

Es relevante detenerse en los nombres de los 16 liberados, teniendo en cuenta que sus historias son tan sólo un pequeño porcentaje del total de detenidos injustamente.

  • Vladimir Kara-Murzá, político y periodista, condenado en 2023 a 25 años en prisión por “traición, cooperación con una organización indeseable y difusión de falsedades”. Fue detenido poco después de hablar ante la Cámara de Representantes de Arizona, EE.UU., denunciando el accionar del gobierno ruso en Ucrania.
  • Evan Gershkovich, periodista estadounidense del Wall Street Journal, detenido en 2023 y condenado en julio pasado a 16 años acusado de espionaje, aunque nunca se presentaron pruebas. Fue el primer periodista occidental en ser encarcelado en Rusia por este cargo desde el final de la Guerra Fría.
  • Mismo cargo y condena enfrentó el ex marino estadounidense Paul Whelan.
  • La periodista ruso-estadounidense Alsu Kurmasheva, de Radio Liberty, fue condenada en 2024 a 6 años y medio por “reportear información falsa”.
  • Por el mismo cargo, el político Ilya Yashin, ex líder del Partido de la Libertad Popular (fundado por Boris Nemtsov, quien fuera asesinado en 2015) fue condenado a 8 años y medio en 2022.
  • Oleg Orlov, activista por los derechos humanos y presidente de la Junta Directiva del Centro de Derechos Humanos Memorial, fue condenado a dos años y medio por criticar a las fuerzas armadas rusas.
  • La artista Sasha Skochilenko había sido condenada a 7 años por colocar información sobre el bombardeo a la ciudad ucraniana de Mariúpol en un supermercado de San Petersburgo.
  • El ruso-alemán Kevin Lik, de tan sólo 19 años, fue condenado a 4 años acusado de traición.
  • El alemán Rico Krieger se encontraba detenido en Bielorrusia y había sido condenado a muerte acusado de terrorismo. Fue obligado a confesar haber cometido un intento de atentado, colocando explosivos en una vía ferroviaria bajo las órdenes del Servicio de Seguridad de Ucrania.
  • Ksenia Fadeyeva fue parte de la Fundación Anticorrupción, liderada por Navalni, en la ciudad de Tomsk. Fue detenida en 2021 y condenada a 9 años por “formar parte de una organización extremista”.
  • Liliya Chanysheva y Vadim Ostanin, parte de la misma organización en Ufá y Barnaul respectivamente, recibieron igual condena en 2023 en juicios secretos.
  • Andrei Pivovarov, miembro de Rusia Abierta (organización de la que Kara-Murzá fue coordinador) fue condenado a 4 años por formar parte de una organización “indeseable”. En 2022 se convirtió en el primer prisionero político en la historia de Rusia en presentarse a elecciones.
  • German Moyzhes, abogado ruso-alemán que trabajaba como gestor de permisos de residencia europeos para ciudadanos rusos, fue detenido este año por cargos de traición.
  • Dieter Voronin, politólogo ruso-alemán condenado a 13 años por traición acusado de utilizar información confidencial.
  • El alemán Patrick Schöbel fue acusado de narcotráfico porque se le encontraron en el aeropuerto de San Petersburgo seis ositos de goma que contenían cannabis. Su detención ocurrió poco después de que el presidente ruso Vladimir Putin hablara de un intercambio de prisioneros que permitiera liberar al ciudadano ruso Vadim Krasikov, preso en Alemania por asesinato.

Muchos de los detenidos recientemente, tras el inicio de la invasión a gran escala a Ucrania, enfrentaron cargos que parecen haber sido hechos a medida de este intercambio. Moscú simplemente pretendía recuperar a los suyos y, para eso, debía detener a periodistas, a turistas jóvenes, a quien fuera que viajara a las tierras de Putin con pasaporte occidental, particularmente de Estados Unidos o Alemania. Sólo hacía falta una excusa. Ahora, Rusia entrega prisioneros políticos y recupera a asesinos y estafadores:

  • Vadim Krasikov, miembro del Servicio Federal de Seguridad (FSB) ruso. Fue condenado a cadena perpetua en Alemania por asesinar en 2019 a un exiliado checheno en un parque de Berlín. Putin lo definió este año como “un patriota”.
  • Artem Dultsev y Anna Dultseva fueron detenidos en 2022 en Eslovenia, en donde residían con nombres falsos y pasaportes argentinos. Se los acusa de ser miembros del Departamento Central de Inteligencia ruso (GRU) y realizar tareas de espionaje.
  • El empresario Vladislav Klyushin fue condenado a 9 años en Boston, EEUU, por robo de información confidencial a empresas.
  • Roman Seleznev recibió una condena de 27 años en Washington por realizar un ciberataque contra miles de empresas estadounidenses.
  • Vadim Konoshchenok, miembro del FSB, fue arrestado en Estonia en 2023 y extraditado a Estados Unidos acusado de contrabandear equipamiento electrónico hacia Rusia.
  • Mikhail Mikushin, que residía en Noruega con nombre falso y pasaporte brasileño, fue acusado de ser miembro del GRU.

Este juego de espías y acusaciones que parece robado de la Guerra Fría permite plantearse dos preguntas fundamentales: ¿puede que algún acusado por Rusia hubiera efectivamente cometido un crimen grave? Viendo cada historia, no parece ser el caso. Con lo cual, corresponde dar vuelta la pregunta: ¿puede que alguno de los liberados por países occidentales fuera realmente inocente?

El último de los detenidos que formó parte de este intercambio es el periodista español Pablo González, que trabajaba para, entre otros medios, el canal de televisión La Sexta. Nacido en Moscú, hijo de una española y un ruso, se mudó al País Vasco a los 9 años. Poco después del inicio de la invasión rusa en 2022, se trasladó desde Ucrania a Polonia, en donde se lo detuvo por supuesto espionaje y permaneció incomunicado. Sin embargo, no se presentaron pruebas en su contra ni existió acusación formal durante más de dos años y medio. Aún si fuera culpable (lo que constituye una posibilidad concreta), la excepcionalidad de la detención plantea muchas dudas.

Esta detención irregular fue denunciada por el Comité para la Protección de los Periodistas, la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, la Federación Internacional de Periodistas y Reporteros sin Fronteras, entre otras organizaciones.

En este escenario de viaje al pasado, hacia el mundo del espionaje y la Guerra Fría, vale la pena preguntarse qué es real y qué no. Y la única forma de resolver esa dicotomía es mediante el respeto a los derechos civiles de ciudadanos locales y extranjeros, mediante juicios justos, abiertos, con pruebas y acusaciones concretas. De lo contrario, se tratará de persecución ilegítima. La solución a las injusticias cometidas por regímenes autoritarios no puede ser comerse al caníbal, no puede ser operar de igual forma que el enemigo.

En cambio, actuar con responsabilidad e insistir en la liberación de los presos políticos es la mejor respuesta que se les puede dar a los cientos de hombres y mujeres que permanecen injustamente tras las rejas rusas.

Ignacio E. Hutin
Ignacio E. Hutin
Consejero Consultivo
Magíster en Relaciones Internacionales (USAL, 2021), Licenciado en Periodismo (USAL, 2014) y especializado en Liderazgo en Emergencias Humanitarias (UNDEF, 2019). Es especialista en Europa Oriental, Eurasia post soviética y Balcanes y fotógrafo (ARGRA, 2009). Becado por el Estado finlandés para la realización de estudios relativos al Ártico en la Universidad de Laponia (2012). Es autor de los libros Saturno (2009), Deconstrucción: Crónicas y reflexiones desde la Europa Oriental poscomunista (2018), Ucrania/Donbass: una renovada guerra fría (2021) y Ucrania: crónica desde el frente (2021).
 
 
 

 
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